Orina y catolicismo en el arte
En 1989 la American Family Associaton (AFA) denunció la blasfemia que a su juicio se contenía en la obra Piss Christ (Cristo en la orina) –un pequeño crucifijo de madera y plástico ampliado fotográficamente, que flota en una sustancia o nebulosa, formada por orina, burbujeante y dorada-, que tuvo como consecuencia que el Congreso norteamericano impusiera severos impedimentos al arte considerado obsceno o aquél que estuviese falto de valía literaria, artística, política o científica. Asombra que el concepto de arte se mantuviese en el documento oficial en tales términos contradictorios.
Su autor, Ángel Serrano, de sangre mestiza, fe cristiana y orígenes culturales de uno y otro lado, intentó a través de esa imagen poner en cuestión la doctrina de la imaginería sacra, su comercialización y frivolización hasta límites que él estima insostenibles, como es el hecho de contagiar un hedonismo placentero con el que enaltecer un ideario vacuo y manipulado de nuestra existencia.
Tanto el poner de manifiesto la manipulación de las ideologías hegemónicas como su rebelión a los valores dominantes busca reflejar modos de supervivencia y reconocimiento. Con ello espera apropiarse de una tradición formal y subvertirla invirtiendo las imágenes, extrayendo lo que damos por hecho, en un empeño de “poner en discusión no sólo la fotografía, sino mi propia existencia y la realidad social”.
En otras fotografías utilizará sangre en un container de plexiglás en forma de cruz, grandes corazones de ternera en un tanque medio lleno de sangre, la cual vuelve a derramar en otra cisterna llena de orina, y así sucesivamente. No obstante, él mismo declaró después que la orina fue una elección natural y pasó a ser uno de esos fluidos vitales, visual y simbólicamente cargados de significado, que viene empleando.
Es evidente que su condición étnica ha marcado el conjunto de su trayectoria. El hecho de ser un sujeto emplazado en los márgenes, atado a una situación de xenofobia que relega y posterga a los de su misma índole dentro de una sociedad falsamente integradora, induce a un discurso iconoclasta, provocativo, escandaloso, pero que bajo una práctica muy calculada maquilla y realza artísticamente su mensaje, dejando que la confusión reine entre los espectadores, que no sabrán a qué atenerse respecto a si es auténtico arte o un rótulo de agitación, o inclusive ambas cosas a la vez.
Y no sólo eso, sino que también sorprende la referencia a sus fuertes lazos con la tradición de arte español, que califica de violento y hermoso a un mismo tiempo, como es el caso de artistas que van desde Goya hasta Buñuel.
Sin embargo, hay otros ejemplos de este mismo signo pero no tan célebres que se han dado en estos últimos años y que como han tocado el dogma de distintas enseñanzas religiosas han recibido anatemas y rechazo, proclamando, con gran éxito contrario en los cenáculos más elitistas de este mundillo, la degeneración de una iconografía que se quiere hacer pasar por una encarnación artística. ¿Acabaremos viendo este tipo de obras en los museos o ya están en las salas de algunos por eso de que son centros de autoridad y el público no tiene elección porque vive bajo su reverencia?
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AIUCA/AECA)