Nostalgia
“La nostalgia ya no es lo que era” (Simone Signoret)
No he conocido a nadie tan nostálgico como a un antiguo amigo, de cuyo nombre no quiero acordarme. Este hombre, al que llamaré EX, es un nostálgico sui géneris; la verdad es que él es especial en todo, incluido el cuidado de las amistades. EX tiene la particularidad de que no añora lo que ha vivido, sino el mundo que existió veinte años antes de nacer él. Así, su Madrid no es el de Almodóvar, sino el de Mihura. Echa tanto de menos el Madrid, que no conoció, el de Perico Chicote y los tranvías y los coches de caballos, que le hace a uno empatizar con él en su nostalgia, al punto de sentir también la desazón de no haber llegado a tiempo al sitio donde supuestamente sucedía todo. Y aun así, nuestro hombre era hace cinco años menos nostálgico que cuando lo conocí, hace casi cuarenta, y ya entonces era un nostálgico que estaba curándose, pues debió de ser a la altura de los quince años cuando estuvo más tocado de añoranza. Ya sé que parece natural que la nostalgia se acumule con los años, pero él se empeñó desde niño en vivir al revés, balanceándose en el árbol de la fantasía y despilfarrando nostalgia y amigos como el que se siente millonario en las cosas del querer y el vivir.
Yo, que en muchas cosas me parezco a EX, me creí durante mucho tiempo un nostálgico incurable, pero he ido comprobando que soy casi lo contrario. Voy pasando por la vida sin echar de menos casi nada de lo que tuve, en una readaptación permanente y automática. Me gusta, sí, mirar para atrás, pero también me gusta mirar para adelante. ¡Para algún sitio hay que mirar, si es que no cierra uno los ojos! Lo que constato, porque las evidencias no sé cómo saltármelas, es que se van derrumbando pilares de lo que fue mi mundo: amigos, admirados, modos de vivir… La vida es un ir perdiendo, hasta que acaba uno mismo perdiéndose del todo… y seguirán los pájaros cantando, etc. Lo más insoportable son los amigos que se quedan en el camino, algunos como EX en el sendero de los malentendidos y los sobreentendidos, y otros, y eso es lo peor, porque se dieron prisa en morirse. Amigos como Teófilo, como Gabi, como Ricardo, como Mertxe, como Jesús, como Antonio… Parece mentira que haya sido tan grande la tala. Y luego, los otros amigos, los admirados: Umbral, Fernán Gómez, Marsillach, Juana Ginzo, Rocío Jurado, Jesús Quintero, Berlanga, Monserrat Roig, Pepe Domingo Castaño… Son piezas de un rompe cabezas que ya nadie podrá completar, figuras irremplazables porque pertenecen a otra constelación temporal. El último, el más próximo, Pepe Domingo: el encanto y el arrebato, el grito y la pausa, la melodía y la melancolía. Era el postrer representante de un modo de hacer radio que tuvo su antecedente más claro en Joaquín Prat. Ahora se acabó la especie. La radio sigue, por supuesto. Y la vida, naturalmente. Pero se va terminando un mundo que fue muy mío. No tengo nostalgia, pero es una faena.
Original en elobrero.es
JUAN ANTONIO TIRADO
Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.