Nos toman por bobos
Andan por las calles embozados, escondiéndose en los portales, apurando la caída de la tarde para intercambiarse sobres lacrados, viéndose a escondidas en lugares que sólo ellos conocen, despistando a los curiosos que siguen sus pasos a corta distancia, ocultándonos el juego que se traen entre manos. Así actúan los nuevos adalides de la regeneración democrática y la transparencia informativa. Conseguidos los votos necesarios para ocupar una parte del espacio en disputa, los rentistas del proceso electoral especulan con los rendimientos de su inversión propagandística. Troceada la soberanía popular en porciones singulares, la voluntad de los electores se subasta en los mercadillos clandestinos del trueque político.
Aquellos que votaron a Ciudadanos para castigar los incumplimientos y las corruptelas del Partido Popular, temen que su activismo voluntarista termine por apuntalar la ruina de la formación conservadora. Los emergentes de Albert Rivera, camuflados aún en la indefinición estratégica, parecen obligados a comprometerse con los más próximos a su ideario programático. Todo sea por la estabilidad institucional y la depuración del sistema, se excusan atemorizados.
Todos aquellos que se mantuvieron firmes en la coherencia socialdemócrata representada por el PSOE, según pasan los días y se suceden los encuentros de los suyos con Podemos, intuyen que su fidelidad ideológica acabará por diluirse en el totalitarismo izquierdista de las plataformas urdidas por Pablo Iglesias. “Yo tengo lo que tú necesitas y tú tienes lo que yo preciso”. Con esa idea en la cabeza parece moverse Pedro Sánchez, aunque sus interlocutores de hoy sean los mismos que ayer pretendían arrumbar al PSOE en el trastero de la historia. Empujemos entre todos el cambio, dice Sánchez, ignorando ladinamente que muchos de sus posibles compañeros de viaje han desbordado el cauce constitucional.
No quieren luz ni taquígrafos, prefieren la oscuridad y el anonimato, como si aquello de lo que hablan fueran postulados de metafísica política que solo ellos entienden. Es muy posible que nos consideren bobos a los votantes y cautivo el voto cosechado en las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Sería mucho más lógico que anunciaran de antemano sus reuniones, que identificaran convenientemente a los negociadores y que publicaran la agenda de los temas por acordar. Concluidos las reuniones, cualquiera que sea el resultado, tendrían que explicarnos los pactos alcanzados y los desacuerdos pendientes. De alguna de las sobremesas acaecidas solo sabemos que los comensales cenaron tortilla francesa y pescadito, de otras veladas ni siquiera ha trascendido el menú.
Los ciudadanos queremos saber cómo se recuperarán los fundamentos básicos del estado del bienestar y cómo se pagará la reconquista social. Los vecinos se preguntan cómo abaratarán los transportes comunitarios, qué pasará con las contratas privadas de los servicios públicos, cómo se recrearán ciudades más limpias y saludables, cómo se combatirá la polución y el ruido, quién adecentará nuestras calles y recogerá nuestras basuras, quién cuidará de nuestros parques y jardines, cómo se actuará en los barrios más deprimidos y quién financiará nuevas viviendas de protección oficial y facilitará alquileres baratos a los más jóvenes. Está también por ver cómo participaremos en la gestión de los municipios y las comunidades autónomas. El tiempo se agota y en el aire quedan los interrogantes que no se atreven a contestar.