No soy un vándalo. Sólo intento participar

Hay una tendencia actual que postula la intervención del receptor en la construcción de la obra de arte. Esta interacción hace posible, según los artistas y teóricos, el potenciar la creatividad y el sentido de lo artístico en el que hasta hoy era un mero observador anónimo. Al implicarse descubre su propia capacidad para comprender y hacer, para estar dentro de un mundo sensorial y espiritual en el que él puede aportar ideas, soluciones y contribuciones estéticas en su desarrollo.

Sin embargo, se suceden acciones de algunos clarividentes que ante la oportunidad ponen de manifiesto una percepción extrema de neodadaísmo o simplemente un vandalismo descerebrado. En los dos supuestos, la perplejidad se reviste de un vacío entre los hechos y sus resultados.

El que, en 1985, unas esculturas de metal instaladas cerca del dique de Cuxhaves, del artista alemán Wulf Kirschner, fueran derribadas, destruidas y echadas al agua, creó la duda de si era un performance con fines terapéuticos y narcisistas, una protesta por sus propiedades estéticas o el aprovechamiento del material para una mayor protección del dique.

Más fácil parece ser la interpretación de la amputación de las cabezas, en 1995, de la escultura en bronce de Henry Moore, “Rey y reina”, en Escocia. Seguramente que querían señalar la evidencia de que a los reyes y reinas de este mundo hay que cortarles las testuces, aunque sea un tanto patético después el qué hacer con ellas.


Al sueco Lars Vilk –célebre por encontrase en la lista de “famosos” del ISIS-, después de invertir cuatro años en una construcción de maderas arrojadas por el mar, van y se la queman una noche de 1985, incluso cuando ya había sido comprada por el mítico Joseph Beuys con miras a su preservación. Bien es verdad que la población cercana la aborrecía y estaba en contra de ella, de ahí la ejecución de un auto de fe que preservase su nombre para la posteridad. Lo consiguieron.

Por lo tanto, uno se abstiene de conclusiones arriesgadas y se recrea en la idea de que a un buen epitafio le corresponde una mala épica o viceversa.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional yEspañola de Críticos de Arte (AICA/AECA).