No se les ocurra instalar un cartel de desnudos en el metro

A los valores puritanos, mojigatos y rancios, soporte de prácticas y servicios de censura, debemos agradecerles que funcionen, sin que nadie se lo haya pedido, como profilácticos visuales y mentales a fin de preservar a la humanidad en su integridad moral y cultural, en su singularidad y dignidad.

La premisa fundamental de su actuación es que no se vea aquello que sus intérpretes consideren que no se debe ver, si bien en realidad trasluce su propio miedo e inseguridad a que llegue a verse lo que subyace bajo esta prohibición en forma de honorable consigna alienadora y represiva. 

Y además el tiempo transcurrido y los cambios acaecidos en su transcurso no importan, que estemos en el siglo XXI tampoco y que se trate de una cuestión de arte menos. Es un asunto de poder y control, de hipocresía y represión.

Así lo entendieron los venerables padres de la compañía administradores del metro de Londres cuando en 2008 rechazaron la instalación de un cartel que representaba una Venus desnuda –sólo se cubría con una mínima gasa transparente- que como reproducción de una obra de Lucas Cranach (1472-1553) estaba destinada a la difusión de una exposición homenaje que se celebró en la Royal Academy entre marzo y junio de dicho año.

La explicación oficial de que “podría constituir una ofensa a la sensibilidad de los usuarios de ese medio de transporte, especialmente los de cultura no europea”, es patética, ignorante e infame. ¿Puede herir la sensibilidad de alguien el conocimiento de una parte importante de la historia del arte? ¿Habría que cerrar entonces la Capilla Sixtina? ¿No será más bien al revés, que sean energúmenos como éstos los que constantemente y en todas las épocas nos estén tratando de anular y someter? 

Es más, el cinismo del que hacen gala al mostrar tanto celo y preocupación por los ciudadanos de otras culturas sí que es humillante por cuanto su mayoría son rechazados y maltratados y susceptibles de expulsión del país en cualquier momento, fenómeno con el que estarían no sólo de acuerdo sino que seguramente contaría con su conformidad.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)