No me parezco en nada, al morir, al que fui al principio

Yo, Grosz (1893-1959), fui dada y después dejé de serlo. Como el anarquista que en realidad era, rechacé el arte –una excrecencia burguesa-, incluso aparecí en 1920 junto con John Heartfield en Berlín sosteniendo una pancarta que decía: “el arte está muerto -Viva-, la nueva máquina de arte de Tatlin”.  

Luego trabajé dentro del grupo espartaquista, con el que di a conocer mi serie de dibujos publicada en 1921 con el título “El rostro de la clase dominante” (uno de ellos lo denominé “Los comunistas caen y las divisas aumentan”). Más tarde, en 1922, visité la Rusia soviética y conocí al constructivista Tatlin. Me trataron como un huésped de honor y a cuerpo de rey, me causó gran impacto ver sobre la mesa del escritorio de Lenin mis obras y que me ofrecieran la posibilidad de participar en el movimiento de la cultura proletaria.

Pero aquello no me olía bien, no encajaba, aunque tuviese que reconocer que “nosotros los artistas, ambiciosos como somos, sucumbimos fácilmente ante la presencia del poder”. Por otra parte, los campesinos y obreros ya tenían bastante con lo suyo –como que se percibía sin siquiera salir del portal- como para pararse a contemplar e interesarse en un arte “individualista”.

Transcurridos unos años desde mi regreso, salí un día a cenar con Hans Richter y un viajero –no me acuerdo de su nombre-, que acababa de llegar de la Unión Soviética, nos deleitó con las maravillas que se había encontrado allí. Pues, sin más y sin aviso, le di tal puñetazo en la boca, que todavía anda buscando los dientes por el suelo.

Dado que lo estaba viendo venir, me largué a Estados Unidos en 1933, mandé a paseo a la revolución y mis veleidades comunistas, izquierdistas, radicales y proletarias; me dediqué a la pintura sin éxito y a la enseñanza, y le di la espalda a la depresión económica existente por entonces y sus consecuencias para miles de personas, lo que fue no impedimento para no olvidarme de los putos nazis. Me nacionalicé en 1938 y cuando en 1959 quise volver a Berlín Oeste la palmé. Que mi obra os acompañe para siempre y mi sentido de la libertad también.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AIECA/AECA)