No me dejéis solo con esta peste

En tiempos de peste como los actuales, la práctica de la creación artística debería desplegar un ritual en el que cada elemento no ocupe el lugar que le corresponde. El contexto simbólico ha de contener otros ceremoniales complejos que faciliten la obra de arte, la cual ha de ser resuelta a partir de los dilemas aparentemente insolubles que plantea en su bosquejo inicial.

Pero tal hecho no va a ocurrir, la inercia es demasiado poderosa, y el arte y sus protagonistas seguirán confinados –nunca mejor dicho- en los llamados estilos personales y estilos de época, sin que hayan de llegar, aunque podrían, a la posición extrema –y hasta comprensible- que vino a proclamar Viola, al negar al arte el carácter de medio de expresión, considerándolo un término que provoca náuseas por lo que encierra de acomodaticio, adormecedor y evasivo.

Sin embargo, pese a que en estas circunstancias sea inevitable el pretender que sea un sentimiento trágico, debatiéndose entre realidad y destino, entre voluntad de arte y voluntad de salvación (Santos Torroella), no se puede  caer tampoco, como Adriana Varejao, en limitarlo a un simple vehículo sofisticado y maduro para una discusión de ideas. Vamos, como si fuese producto de una tertulia de café.

¿Será posible entonces esa referencia a Karl Jaspers, en lo de tratar al artista como cualquier ser humano que desea ser, que desea no sólo un durar vital, sino que desea ser realmente él mismo, que desea la eternidad y recorrer el camino del hacer constructivo y artístico?

¿O acuciado por estas realidades últimas, ahora terriblemente agravadas, el creador no puede entender el arte como la vida, como algo que empieza a dejar de serlo? ¿Quedarán cegadas estas indelebles imágenes que abren una ventana sobre lo real y que quedan presentes en la memoria?

Lo que está claro para todos aquellos que aman esta disciplina es que habrá que seguir confiando en que el artista rompa los estrechos límites impuestos (Vivanco), que sea como un profeta, que se anticipe a su tiempo (Figuerola-Ferreti), y que al final sea cierta la frase de Shelley respecto a que la conciencia de una nación está en sus artistas, si bien ya en el siglo XXI debe traducirse en alusión a todo el planeta por su condición universal.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)