No encuentro la razón

Un prestigioso crítico latinoamericano (R.B.), fallecido ya, en su repaso de la pintura europea contemporánea, ligaba el sueño imperialista de Alemania, que provocó la guerra de 1914, con el expresionismo por mor de la naturaleza y esencia de ese estado del espíritu.

¿Es posible, nos preguntamos, el establecimiento de tal relación intrínseca en base a un análisis tan somero? ¿Acaso la configuración expresionista no es un ahondamiento en lo interior, en la morfología y avatares del ser, en la sustancia y condición de sus angustias, en el patetismo de unas existencias desdichadas, como para ver en él un enaltecimiento y encumbramiento de sueños opresores y colonialistas? ¿No es la antítesis de una representación de la voluntad de poder, fuerza y conquista? ¿O es simplemente esta aseveración la sincronía de ambos fenómenos que supuestamente se nutrían uno del otro? En definitiva, ¿cuál será la índole de este incierto e increíble apareamiento?

Se considera que es impensable sostener la tesis de que los factores plástico-formales sean los únicos a la hora de la práctica y formulación artística, pues no cabe duda que no les son ajenos los componentes históricos –ya sean culturales, sociales, ideológicos, etc.-, pero en contadas ocasiones se ha producido una simbiosis u ósmosis como la que se infiere de esta observación crítica, a no ser que nos situemos en el marco de un totalitarismo absoluto.

Pero lo más sorprendente es que este mismo autor afirmó que si Hitler hubiera sido menos miope y sectario –¿sería que este respetado estudioso creería en los milagros?- habría comprendido que ese era el espíritu (expresionista) que debía proteger y no el propio de un clasicismos trasnochado. Difícil de explicar y más difícil de creer.

Ante esta desafortunada percepción, en mi opinión, no queda otra opción que borrar tal conclusión definiendo al ego hitleriano como un artista fracasado –nunca superó esta total incapacidad- maquinador de una acción sustitutoria consistente en un performance de horror y masacre basado en el derecho a imponer la muerte y el exterminio.

¿Qué acabaría siendo el expresionismo en sus manos? Pues la fatalidad que fue, por mucho que Joseph Goebbels –híbrido de la depravación- lo endulzara declarando que los ámbitos propios del político y del artista se tocan, dado que todos ellos están poseídos por la noble ambición de dar forma y configuración a una materia informe.

Sin embargo, a la vista de lo que ocurrió, esta situación hubiese acabado, y en algunos casos acabó, en el ejercicio de una coacción implacable sobre los creadores incluidos en esta corriente, para obligarlos a la ejecución de un arte nórdico y racialmente puro, en el que habría de ensalzarse a los hombres heroicos y que únicamente habría de obtener su inspiración en el sangre y en la raza.

Entendámonos, tan delirante y nauseabunda pompa para defecar un academicismo de punta de cuchillo y un naturalismo medieval exhibicionista de guerreros, pastores, pescadores, leñadores, etc. Y por encima de todos ellos Albino el Negro, un príncipe de las tinieblas y señor de los Nibelungos.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)