Nadie se acuerda de Sivas
¿Por qué se sigue odiando a la libertad de conocimiento, al arte y la cultura? ¿Cuál es la razón de un pensamiento único, excluyente y sagrado que deshumaniza y anula? Hay una premisa previa, por supuesto: la deplorable concepción de algunos humanos que no quieren pensar o a los que no les han enseñado a hacerlo, ni saber, ni tampoco usar su inteligencia. Les basta con escoltar cobardemente al profeta, sea el que sea, callar, obedecer y creer en la doctrina o dogma.
Son esos fanáticos engañados por otros fanáticos fundamentalistas que, después del rezo de la mezquita –donde luego de incitarles a matar- se dirigen en manada un viernes, 2 de julio de 1993, a un hotel cercano, en el que se estaba celebrando una conferencia de estudios, para prenderle fuego. Todo un acto de fe islámico espectacular –era lo que buscaban-, que reunió a cientos de fieles de la crueldad y la “fe oscura y perversamente verdadera”, que, durante la cremación, vociferaban, daban saltos de alegría y se desahogaban con gritos de júbilo antes las cenizas de sus supuestos enemigos.
Ocurrió en la ciudad de Sivas en la región de Anatolia –Turquía- y mientras sucedía, las fuerzas policiales y militares que allí se encontraban miraban y se abstenían de intervenir. Seguramente se justificaban con lo de siempre, lo consabido de la falta de recibimiento de las órdenes debidas, afortunadamente para tales misioneros de la paz.
En total fueron sacrificados treinta y seis artistas, poetas, periodistas, escritores y actores que, hoy, se han olvidado y quedado además como simples víctimas de un mero accidente criminal sin importancia. Al fin y al cabo, concluyen algunos, se ha tratado de un conflicto entre “ellos”.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)