Monseñor Somoano, el capellán de Televisión Española
No busquen el apellido Somoano en la nomenclatura de la curia romana, tampoco es uno de los cardenales electores del próximo Papa ni figura en la nómina de los medios de comunicación dependientes del obispado español, el tal Somoano es el director de informativos de TVE, la televisión pública de un estado comunitario, democrático y aconfesional. España es un país moderno que alberga a gentes creyentes, católicos la mayoría de ellos, pero también a una mayoría de ciudadanos agnósticos y laicos. Todos, los unos y los otros, sufragamos lo que cuesta TVE, incluido el sueldo de Somoano. Este señor, que ya demostró de lo que es capaz en Telemadrid, ha convertido una televisión presuntamente neutral en un altavoz vaticanista al servicio de la conferencia episcopal española. Sólo así se explica la cobertura de la renuncia del Papa Benedicto y del ceremonial posterior que ha rodeado a la noticia.
Somoano ha montado un puente aéreo entre Torre España y Roma, una ruta carísima por la que circulan continuamente presentadores, periodistas, técnicos, productores y comentaristas iluminados. Cualquier movimiento del Papa saliente y de todos sus camarlengos se ha televisado reiteradamente. La dimisión de Benedicto, y todas sus apariciones posteriores, abren los telediarios, provocan directos absurdos y cientos de noticias apologéticas del papado y su larguísima historia. Los profesionales del medio, poseídos por una inexplicable vocación ecuménica, presos de una ñoñería catecúmena, han mezclado la información con la predicación religiosa, un discurso más propio de las catequesis parroquiales que de un medio público de comunicación. La retransmisión del brevísimo periplo de Benedicto a Castel Gandolfo fue uno de los ridículos más aparatosos que yo recuerdo, y los reporteros de tal evento parecían formar parte del coro de monjitas que recibían al Papa. Los colaboradores elegidos han utilizado a conciencia TVE para imponernos una cruzada evangelizadora. Somoano ha resucitado la España del nacional-catolicismo con el beneplácito de una iglesia patria incapaz de aprender de los viejos errores. Los españolitos se preguntan atónitos en qué se ha convertido la televisión de todos. El señor Somoano se ha ganado el cielo pontificio y un refugio confortable cuando tenga que salir de TVE por la puerta trasera.