Misterio de Sanidad
La pandemia del Covid-19 ha dejado dos cosas claras: la sanidad pública española (madrileña) no es la mejor del mundo y las autoridades sanitarias, especialmente las del Ministerio son un verdadero desastre.
Los ciudadanos de Madrid seguimos pagando la mala gestión que los sucesivos gobiernos del Partido Popular perpetraron contra la sanidad pública en la Comunidad. Solo vieron negocio y no servicio público esencial. Sin miramientos se redujeron presupuestos en personal y suministros; menguó el número de camas al tiempo que aumentaron las listas de espera y se empezó a derivar pacientes a la sanidad privada. El gasto sanitario per cápita de Madrid está por debajo de la media del resto de las comunidades autónomas. Y lo niegan. Sin pudor. Pero no acaba ahí la cosa: de los siete hospitales que construyó la Comunidad de Madrid con nuestros impuestos, seis los cedió al discutido modelo de gestión mixta público-privada. Tanto para las empresas concesionarias como para las propietarias de los hospitales privados -a las que se paga por paciente- es un autentico chollo.
Esta, sin entrar en más detalles, ha sido y es la gestión del PP en la sanidad pública madrileña.
Claro, ante una emergencia de semejante envergadura como la del coronavirus, han saltado las costuras y han dejado al desnudo la triste evidencia de la falta de personal, carencia de recursos y la nula capacidad de reacción y más de planificación. De golpe nos hemos dado cuenta que la sanidad pública española (madrileña) no es la mejor del mundo como creíamos.
Y al frente de la mayor crisis del siglo, el Ministerio de Sanidad. Paradójicamente, se juntó la inexperiencia del ministro Salvador Illa con la jurásica infraestructura de un departamento lleno de funcionarios acomodados. Pero esto último no por desidia ni decisión personal, sino porque el propio Ministerio se quedó sin competencias cuando estas fueron transferidas a las comunidades autónomas. La descentralización de sanidad en 2002, propició un errático viaje en el que unas veces le acompañaba Servicios Sociales, en ocasiones Bienestar Social, otras Consumo, y ahora también Derechos Sociales y Agenda 2030, y por si fuera poco, es sede de la Vicepresidencia Segunda del Gobierno. El todo y la nada a la vez.
Con este mapa es evidente que la crisis le ha venido excesivamente grande. Inabarcable para tan poco músculo e incapaz de asumir con garantías el mando único de la gestión de la pandemia y de administrar la compra centralizada del material médico necesario. El Ministerio no tiene personal especializado para ello. En su descargo, pero mínimo, cabe señalar el desabastecimiento del mercado y las dificultades -con engaños incluidos por su ingenuidad- para traer el material a España.
Esa falta de músculo no solo se ha evidenciado en las compras de material, también en la forma de encarar la pandemia al comienzo y su posterior gestión. Las autoridades sanitarias, con Fernando Simón a la cabeza, restaron importancia a lo que se nos venía encima. El doctor Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias ha venido dando bandazos desde que asomó el Covid-19. Su atracción mediática, por la sencillez de sus explicaciones, no debe tapar algo muy serio: sus conocimientos o están anticuados o se ha rodeado de un equipo incapaz. De lo contrario no se entienden los continuos vaivenes, no solo sobre la importancia de la pandemia, también sobre las recomendaciones que debíamos seguir. En lo único en que no ha cambiado es en la necesidad de lavarse las manos. Por lo demás, la utilización de mascarillas, guantes o dejar los zapatos a la entrada de la casa -por citar tres simples ejemplos-, ha ido al albur de los acontecimientos. Ha sido un ni sí ni no, sino todo lo contrario, como diría el gran Tono.
Analistas y expertos en estadística, como es el caso del exministro socialista Miguel Sebastián, siguen sin dar crédito a estos cambios de criterio y al desbarajuste en las listas de enfermos y fallecidos. Medios nada sospechosos como El País han retratado la capacidad del Ministerio de Sanidad a la hora de “gestionar y difundir esos datos” como “insuficiente, ineficaz y anticuada.”
A día de hoy nada ha cambiado y sigue siendo un desastre. Los elogios públicos del presidente del Gobierno a Illa y a Simón son exactamente esto: excusatio non petita, accusatio manifesta. Cuando escampe el Covid no sería de extrañar que uno y otro sean relevados.
Así está el Ministerio de Sanidad. Todo un misterio desde hace casi dos décadas.