MISERIA DE LA POLÍTICA, POLÍTICA DE LA MISERIA
Siguen nuestros partidos políticos desplegando el desfile de máscaras carnavalescas para insistir en la miseria de la política. Al mejor estilo veneciano el PSOE ha celebrado una reunión al máximo nivel para practicar el juego de la zancadilla, con el propósito de ver quién es el que cae primero: el cuestionado secretario general o los barones que amagan pero no terminan de golpear de forma contundente. Los jefes territoriales han logrado poner fecha al Congreso que elegirá al secretario general y el actual y cuestionado líder se ha sacado de la chistera una consulta a las bases, para dar el visto bueno a los hipotéticos pactos, que ha sorprendido a propios y extraños. Es el incontestable derecho a decidir de las bases, aunque sin carácter vinculante. De momento, no hay víctimas mortales.
Pedro Sánchez ha apostado su supervivencia a la posibilidad (más que remota, hasta ahora) de formar un gobierno de izquierdas y de progreso. En principio, las cuentas no salen pues lo último (o nunca) que hará PODEMOS será facilitar la entrada en la Moncloa del dirigente socialista, al que minusvalora de forma constante, a la vez que cuestiona su liderazgo. Los planes de los leninistas 3.0 (F. González dixit) se centran más en fagotizar al PSOE y dejarlo en pura reliquia que lograr un gobierno estable para el que no hay votos suficientes, con el agravante de que la reformas importantes necesitarían la aquiescencia del PP, algo que ocurrirá cuando las estatuas de la Plaza de Oriente entonen un coro funerario. Para mayor abundamiento, las manifestaciones de los dirigentes de PODEMOS, suenan en los oídos de buena parte de la grey socialista más a provocación y chulería que a planteamientos de una colaboración sincera.
Ciudadanos y su líder están jugando a la «seriedad» y no apoyarán ningún gobierno que tenga en su seno a seguidores de Iglesias, dado que pretenden dinamitar España. Dentro de este tiempo de máscaras ya se ha apuntado que este grupo podría representar la solución Borgen (a la danesa), pero no parece la clase política lo suficiente madura como aceptar que el gobierno lo encabece la cuarta fuerza en votos y escaños. Y como aviso a navegantes, tampoco están por la labor de apoyar al actual presidente del Gobierno en funciones, dado el pertinaz aguacero de casos de corrupción que protagonizan los populares.
Por su parte, el líder del PP actúa en el carnaval, a la gallega. En su particular entroido no quiere encabezar el desfile, pero insiste en mantenerse en la fiesta. Ya dijo una vez NO al encargo del Rey para formar gobierno y volverá a declinar la propuesta, a la espera de que el representante del PSOE se queme en el intento y él pueda volver haciendo suyo el verso de Lope de Vega: «Yo me sucedo a mí mismo». Todas sus esperanzas se centran ya en una nueva cita con las urnas y en que el electorado reconozca su inmenso error del 20-D, recobre la cordura y vuelva a depositar su confianza en la persona y el partido que (nada menos) ha salvado a España de la catástrofe a la que nos condujo el insensato ZP.
Pero no hay que olvidar que después del carnaval viene la cuaresma, un tiempo de ayuno, penitencia y reflexión. Y las privaciones y sacrificios que este tiempo comportan pueden dejar los cuerpos (de los políticos) maltrechos y en la tesitura de buscar ayudas hasta ahora desestimadas o comulgar con ruedas de molino inaceptables e impensables no hace poco.
Y mientras se despeja la duda de si son galgos, podencos o perros perdigueros nos encontramos con la situación del país. Dejando a un lado (y ya es dejar) el reto soberanista, la última encuesta de población activa (EPA) ha registrado el mejor dato de su serie histórica. Vano consuelo. Hay menos personas trabajando que al inicio de la legislatura y una creación de empleo que no merece tal nombre, por su precariedad y baja remuneración. Cierto es que el que no se consuela es porque no quiere: más valen unas pocas migajas que el hambre sin paliativos. Junto a la marcha triunfal de la macroeconomía, con un crecimiento del PIB más que notable, hay que destacar que un millón de trabajadores han dejado de buscar empleo desde el estallido de la crisis y que siete de cada diez desempleados en España no percibe ningún tipo de prestación o ayuda. Dentro de este recorrido por la política de la miseria no puede ocultarse el uso y abuso que el ejecutivo del PP ha realizado con la hucha de las pensiones: la recibió en 2011 con 65.830 millones de euros y la ha dejado en 2015 en 32.481. Todo un ejemplo de buena gestión y administración imaginativa para cuadrar balances. Dejemos a un lado la deuda pública, que se ha desbocado, o la grave situación que atraviesa la Unión Europea, dado que terminaríamos dando la razón a gran Rafael Sánchez Ferlosio cuando anunciaba que «Vendrán más años malos que nos harán más ciegos». Será mejor acogerse al dicho popular de que «Dentro de cien años todos calvos».