¡Menuda tropa, Carmena!
La Excelentísima Alcaldesa de Madrid no tiene muy claro, según parece, en qué consiste el humor negro. La señora Carmena confunde, aparentemente, esa interpretación cómica y satírica de la realidad con las cagarrutas mentales de su concejal dimitido, un personaje que bromeó con las cenizas del holocausto judío, con la muerte de una pobre chica violada y asesinada, y con las víctimas del terrorismo etarra, muchas de ellas madrileñas. Sinceramente, las confusiones de Carmena me resbalarían, allá cada cual con sus lagunas culturales, impostadas o no, pero doña Manuela es la regidora del municipio donde vivo y de sus decisiones depende el bienestar de todos los vecinos de la Capital.
Con los debidos respetos al cargo institucional que usted ocupa, yo le recomendaría que se documentara convenientemente en la materia para evitarse nuevas polémicas. Encargue usted, doña Manuela, una buena antología de “La Codorniz” y repase las viñetas y las historietas que se publicaron en aquel mítico periódico semanal. Ya sabe, “la revista más audaz para el lector más inteligente”. Hágalo señora Carmena, consuma algo de su tiempo en ello, pasará un buen rato y encontrará las claves del verdadero humor negro. Aprenda de Mihura, Tono, Summers, Álvaro de la Iglesia, Miguel Gila, Chumy Chúmez, Forges, Máximo, El Perich, Mena, Serafín y tantos otros. Todos ellos fueron artífices geniales de la crítica basada en el ingenio, la ironía, la mordacidad, el compromiso social y la solidaridad con los más desafortunados.
Hágalo señora Carmena, insisto, y si le quedara alguna duda vuelva a ver El Verdugo, Bienvenido Mister Marshall, El Pisito, El Cochecito, La Escopeta Nacional o Patrimonio Nacional. Aquellos cuentos terribles, ideados por Rafael Azcona, Berlanga y Marco Ferreri, le enseñarán que uno puede reírse de lo divino y de lo humano, del prójimo o de su propia sombra, de las calamidades más cercanas o más alejadas, de la sociedad en la que convive o de los poderosos que gobiernan en cada momento. Los chascarrillos infames e insoportables de su pelanas cibernético en nada se parecen a las expresiones creativas que acabo de citarle.
Comparto la amargura de Antonio Muñoz Molina. En tiempos muy cercanos saludó la llegada de Manuela Carmena y respiró aliviado los saludables aires de la renovación democrática. Ahora denuncia el intento de encargar las actividades culturales de Madrid a un tipo con antecedentes tan deplorables. Lo ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid, pocas horas después de constituirse, delata la incongruencia ética de los nuevos mandatarios. Muchos pensamos, como Muñoz Molina, que a nuestros políticos, entrantes o salientes, les importa una mierda la Cultura y todo su entorno vital. Abiertas las puertas del cielo, los emergentes izquierdistas caen en los mismos pecados que sus antecesores.
Una tal Rita Maestre, concejal también de Carmena y responsable de diversas funciones en su equipo de gobierno, distingue entre imputados buenos, como ella, e imputados malos, que siempre son militantes de otros partidos distintos al suyo. En consecuencia, convocada ante el juez por ofender presuntamente las creencias religiosas de la mayoría, no piensa que deba dimitir. Tampoco ellos se van. Los dos se quedan, amparándose en la resignación claudicante de doña Manuela. La una sigue amarrada al sillón conquistado y el otro refugiado en la presidencia de un distrito madrileño. Ambos se mantienen enquistados en la estructura orgánica que prometieron regenerar. ¡Vaya tropa la suya, Carmena!