Me llaman loco y no saben que soy artista
Cuando entré en el taller, tenía enrollada una sábana mojada alrededor de su cuerpo y sobre ella se había puesto el mono de trabajo.
Sin mirarme y ni decirme nada, emprendió su tarea con la manipulación de distintos materiales y pinturas. Su conducta exhibía una extraña combinación de razón en el pensamiento y de demencia en la acción.
Da inicio a su idea creativa bruscamente, como si fuese una revelación del cielo o un impulso de Satán. Su movimiento está apenas bajo control y parece fruto de un acto convulsivo o epiléptico.
La función mental inconsciente despliega sus efectos independientemente de su voluntad y de su conciencia. Pero esta “locura ideacional” no implicaba ningún delirio sino melancolía de una sensibilidad que se siente aislada y que solamente está interesada noche y día en su obra.
No obstante, era un perfeccionista y se consideraba un precursor, por lo que, en mi presencia, cuando se veía impotente ante una realidad que no cuajaba, su angustia llegaba al límite de un paroxismo agudo, y entonces se le veía muy indefenso y loco.
Después se calmaba y entraba en un estado cataléptico hasta que se recuperaba totalmente y daba fin en plena excitación a una obra de autenticidad, coherencia y valor inusitable. El trabajo estaba hecho y la lucidez ya más recobrada que nunca. ¿Un caso único y inusitado?
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)