Los remordimientos de Occidente
Si fue en el principio el verbo o el grito, es cosa imposible de dilucidar, toda vez que no hay manera de situar el momento de un hipotético origen, ni existen mapas fiables ni brújulas para no perdernos en un horizonte de inciertos fines, un supuesto orden y un caos que siempre retorna.
Es verdad que cada día los periódicos nos sorprenden con fantásticos hallazgos arqueológicos, con teorías extraordinarias que derrumban supuestas evidencias, pero hace tiempo que no hay que ser un adalid de la sospecha para maliciarse que hay mucho humo mediático y afán de figurar detrás de algunos malabarismos científicos. Con lo cual estamos como al inicio, desorientados, aunque infatigables, haciendo y destrozando camino al andar. Hoy, en una mezcla sin precedentes, nos juntamos los aspirantes a extraterrestres con los primitivos, los remotos cazadores y los buscadores del oro en la red. Palabra mágica esta de Internet, plaza o abrevadero donde se juntan los hombres de antes de ayer y los de pasado mañana. Pones una palabra, por ejemplo bosquimano, das a una tecla y te ves inundado por cientos de documentos sobre esta tribu de habitantes originarios de Boistswana y de otras partes del África meridional, que han vivido allí probablemente desde hace veinte mil años. Te enteras, por ejemplo, de que decenas de bosquimanos del desierto de Kalahari fueron apaleados y torturados por dedicarse a una de sus tareas tradicionales de subsistencia: la caza.
De modo que ya estamos aquí todos, en la aldea o la tribu global, en este mundo repleto de cámaras y traspasado de diferencias. Mundo que algunos pintan como único y que se dibuja como múltiple. ¿Qué existe en común entre los bosquimanos o los pigmeos que viven a cielo e historia abierta y nosotros, adoradores de la fe de los estadios y de Amazon? Seguramente, más allá del traje a medida de corte italiano o el taparrabos, unos y otros nos vestimos con las prendas de la esperanza y el deseo, y nos quedamos desnudos por el miedo y el dolor. Cuenta el escritor peruano Zein Zorrilla que allá por los años 60, cuando las exploraciones a los pueblos primitivos embriagaba a los estudiosos de Occidente, una expedición de hombres blancos se instaló en los desiertos de Australia para estudiar la vida de los bosquimanos. Regaron de instrumentos los arbustos que les proporcionaban sombra, de cámaras de televisión las cuevas que los protegían de las tempestades, de sensores las orillas de los ríos y sus abrevaderos. Pero, en la misma medida que los sabios de Occidente estudiaban a los primitivos eran asimismo motivo de una investigación en sentido inverso. Embadurnados los cuerpos de barro, los bosquimanos rastreaban las huellas de las botas occidentales en la arena nativa, husmeaban las latas vacías de extrañas conservas de pescado, registraban minuciosamente los movimientos de los hombres blancos.
He ahí la metáfora que une a los hombres, con independencia de su estadio histórico: la capacidad de mirar y ser mirados, de ver y ser vistos. No hay espionaje más sutil que unos ojos bien abiertos. Los bosquimanos, los pigmeos, los tuareg… pueblos hecho a medida del antropólogo. Recordemos justo en este punto una frase del premio Nobel mejicano Octavio Paz: “Los remordimientos de Occidente se llaman antropología, una ciencia que, como dice Levi-Strauss, nació al mismo tiempo que el imperialismo europeo y que lo ha sobrevivido”.
Original en elobrero.es
JUAN ANTONIO TIRADO
Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.