Los pretendientes de la Preysler

A lo tonto, que es algo que de natural se me da bien, me he puesto a buscar, y no encuentro en España un personaje femenino tan literario como Isabel Preysler. La llamada reina de corazones es una figura única, una planta exótica, una española rarísima, a fuerza de no serlo, un punto filipino en el mapa de los amoríos y los matrimonios postineros.

Su divorcio del cantante Julio Iglesias marcó el inicio de una carrera sentimental portentosa, sin desmerecer la boda con el propio Julio, pero aquella fue una historia convencional entre un galán de la canción y una bella extranjera con gusto por el famoseo, de edades similares y afanes se supone que también. Preysler se divorció de Iglesias en 1978, en los tiempos recios de la transición política, según parece, cansada de las infidelidades del vocalista. No tardó en casarse con Carlos Falcó, marqués de Griñón, un caballero a la antigua usanza, señor de sus vinos y sus lujos, aristócrata discreto y mujeriego, de educación exquisita, con quien trajo al mundo una hija, la impagable Tamara, hoy golosa figura pija de las revistas y las teles. Falcó era algo así como un Leopoldo Calvo Sotelo centrista, educado y, tal vez, aburrido. Mayor en edad y en señorío, Falcó fijó la línea de lo que sería la trayectoria sentimental de Isabel. En algún momento de los movidos 80, Isabel se decidió a dar el salto de cama. Primero fue un rumor, que en seguida se oficializó en “Hola” y acabó afectando al “BOE”. La Preysler había roto el corazón de Miguel Boyer, ministro con estrella del primer gobierno de Felipe González. Fue un bombazo periodístico y una bulla general, Boyer abandonaba el consejo de ministros y pasaba a ser marido de la Preysler. Aquel hombre sensiblemente mayor que ella, con apostura intelectual y glamour político, dejó de ser portada de “El País” para convertirse en personaje de los semanarios rosa. Isabel Preysler había dicho adiós al centrismo posfranquista para enrolarse en un socialismo moderado y germinal.

La vida amorosa de la dama de alta cama no concluyó con la muerte de Boyer en 2014, pues, en seguida, estaba tocando a su puerta un premio Nobel con gustos sobradamente erotómanos y pasiones confesadas. Hacía décadas que circulaba la leyenda de que la filipina era mujer docta en juguetes sexuales, carretes y otras vainas del gusto, de manera que no fue casualidad que desembocara en ese mar de los placeres un tipo mayor, prestigioso, una celebridad de las letras, pero está escrito que nada humano dura, y menos si anda de por medio el corazón de Preysler. Terminaba 2022, cuando el boletín oficioso del cotilleo aireaba la ruptura de Preysler con Vargas Llosa. Y es ahí cuando se cruzan las revistas de color con las literarias, de manera que hay que mirar alternativamente a “Hola” y a “ABC cultural” para buscar las claves del asunto. Ha trascendido que andaban disgustados, cada cual en su casa, cuando Mario envió su última novela a Isabel, y esta se la devolvió con una carta manuscrita en la que le decía que no volviera a poner los pies en Villa Meona. Los obsesos literarios soñamos con que Vargas Llosa repita la jugada que le hizo a Julia, su tía, y nos deleite con un libro a la altura de “La tía Julia y el escribidor”. Sería, además, un acto de justicia, porque hasta cierto punto es paradójico que una mujer con tanta urdimbre literaria como la madre de Chábeli no haya tenido quien le escriba una novela a su altura.

Y queda el futuro, ya que la Preysler nunca ha dejado a un hombre sin tener otro a la vista. Algunos memes han sacado a colación estos días a Amancio Ortega para que vaya calentando, pero el híper millonario es hombre de apariencia tosca, sin el bagaje intelectual del que gusta rodearse ella. Isabel no lo tiene fácil, el mercado cada vez le deja menos margen, aun así, probablemente, entre la raza cultivada y con licencia para el colorín, no haya nadie que le vaya mejor que Norman Foster. Es verdad que el arquitecto británico tiene esposa, Elena Ochoa, pero ese nunca ha sido un obstáculo insalvable para la amazona filipina. No descarten a Foster, aunque lo que sería la noticia del siglo, el relamerse de la prensa y el festín de los contribuyentes sería un romance entre Isabel Preysler y el rey emérito. Probablemente a Juan Carlos le gustaría abrevar en ese bebedero, solo que no es de creer que nuestra Madame Bovary esté dispuesta a salir de las páginas de Flaubert para dormir entre las sábanas con alcanfor de un rey sin magia y sin corona.

Original en elobrero.es

Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.