LOS PGE 2014  TRAS LA LINEA MAGINOT

Los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año han sido presentados por el responsable de Hacienda, Sr. Montoro, como los de la recuperación de la economía española; el punto de partida para el inicio de un cambio de tendencia que, además, llevará aparejado algo tan deseado (y necesitado) por la sociedad como la creación de empleo, aunque con cifras muy reducidas. A la espera del necesario visto bueno de la Unión Europea y las anticipadas descalificaciones de buena parte de la oposición, las cuentas del Estado para 2014 dejan a las claras que la deuda pública sigue desbocada ―en el 100% del PIB― y la espada de Damocles en que se ha convertido el déficit pende sobre la estabilidad económica de España con todo su rigor, pues no parece que vaya a disminuir, para cumplir los topes impuestos por Bruselas.

Es responsabilidad de todo Gobierno generar confianza entre la ciudadanía, pero también respetarla y no tomarla por imbécil: presentar el incremento del 0,25% de las pensiones como una «subida» es un acto de cinismo, cuando va a suponer un pérdida irrefutable para millones de pensionistas frente a la subida del coste de la vida (IPC). Cierto que la partida destinada a pensiones, desempleo y pago de intereses de la deuda supone la mitad del gasto público para el próximo ejercicio. Algo habrá que hacer para que continúe sostenible la Seguridad Social, pero no imponiendo una reforma que se lleva por delante el consenso alcanzado con el denominado Pacto de Toledo. En asuntos de esta importancia (Sistema de Pensiones) sería conveniente utilizar el consejo de Escrivá de Balaguer: «las cosas urgentes pueden esperar; las muy urgentes deben esperar«. En cualquier caso, no estamos entre los países comunitarios que mayor cobertura dan  a sus pensionistas y desempleados; y con respecto a la deuda pública, viene lastrada por las ayudas a la banca, que pueden darse por perdidas, y que alcanzan, entre entregas directas, rescates y avales, la estratosférica cifra de 250 mil millones de euros que han servido (y sirven) para pedir prestado al BCE a un bajo interés y comprar deuda española, todavía con alta rentabilidad, y hacer un pingüe negocio casi sin abrir las oficinas. Y, por supuesto, sin facilitar el crédito, ni en buenas ni en malas condiciones, a las empresas medianas y pequeñas para reactivar la inversión productiva. En un espacio relativamente corto de tiempo, hemos pasado de un sistema bancario ―bancos y cajas de ahorros― que manejaba el dinero con un alto grado de irresponsabilidad, que se extendía desde créditos difíciles de justificar hasta sueldos y bonificaciones que sobrepasaban, en muchos casos, el robo, a una actitud cicatera que a medio plazo va en contra de sus intereses, pues comportará un repunte de la destrucción de empresas y de créditos fallidos.

El Ejecutivo de MR ha diseñado unos presupuestos que aparecen parapetados tras las defensas de una peculiar línea Maginot, centradas en los recortes y en la eliminación de las inversiones productivas, como obras públicas, la congelación del sueldo de los funcionarios y de las pensiones. Sin embargo, posiblemente sea tan inútil como las fortificaciones construidas por Francia, tras la Primera Guerra Mundial, para defenderse de una invasión alemana. En este caso, el papel de las divisiones acorazadas alemanas será ocupado por un ejército de desempleados y desengañados que alcanza proporciones millonarias y que en la primera ocasión puede utilizar la munición de sus votos para poner fin a un Gobierno que no cumple con sus promesas, especialmente, la creación de puestos de trabajo.