LOS IDUS DE MARZO Por Teófilo Ruiz

«¡Cuídate de los idus de Marzo!». Esa fue la advertencia de un visionario a Julio César poco antes de caer asesinado ante la estatua de Pompeyo, el 15 de marzo del año 44 a.C.  Parecida exhortación podría aplicarse a las formaciones políticas que han concurrido en las elecciones autonómicas de Andalucía.

En el calendario de la antigua Roma el mes de marzo —dedicado al dios Marte— era el comienzo del año y los idus (día 15) el anuncio de tiempos propicios. En este comienzo de un apretado año plagado de elecciones, el primer enfrentamiento y sus resultados traen datos halagüeños para algunos y  severos avisos para todos.

A Susana Díaz, con aparentes deseos de ser la Ángela Merkel andaluza, le ha salido bien la primera parte de su planteamiento ligeramente maquiavélico: competir con un PP sin candidato consolidado y parar el irresistible ascenso de Podemos, antes de que el paso del tiempo jugase más a favor de la formación de PI 3.O. La cruz de la moneda se concreta en los apoyos necesarios para gobernar, al carecer de la mayoría necesaria. Descartados en campaña PP y Podemos, la penitencia que exige el emergente Ciudadanos —las cabezas de  los históricos Chaves y Griñán— puede ser tan dura como el trayecto de un costalero en la Semana Santa sevillana. Teniendo en cuenta la inminencia de la nueva cita electoral en municipios y comunidades autónomas, no parece que ninguna formación vaya a prestarle su apoyo para la investidura, con independencia de la envergadura del trueque que pudiera ofrecerse. Aunque también resulta innegable que ningún grupo de la oposición querrá asumir la responsabilidad de que se repitan las elecciones. En las manos de la triunfante líder andaluza está el convertirse en un importante capital político del que tan necesitado está el PSOE en el corto y medio plazo, o perderse en intrigas intestinas, a las que tan aficionados son los socialistas, y quedar en flor de un día.

El caso de Moreno Bonilla, el candidato del PP, es la demostración palmaria de que la victoria tiene cien padres y la derrota un solo cornudo. Lanzado tarde y mal sobre las pretensiones de desbancar a los socialista del gobierno autonómico, los «apoyos» en los mítines electorales de la cúpula del Partido Popular y del Gobierno se han revelado letales. Su buena campaña y su desenvoltura en los debates televisivos han servido de bien poco, lastradas por las medidas de austeridad que han agravado la precaria situación económica de la comunidad y la ostensible demostración de que los «populares» no han logrado entender (ni tal vez atender) a buena parte de la sociedad andaluza desde hace más de treinta años. Ni tan siquiera han sido capaces de rentabilizar la gran vía de agua que supone la corrupción destapada por la juez Alaya, con los ERE en primer lugar.

Izquierda Unida ha cosechado las consecuencias de sus propios errores. Sirvió en bandeja la ruptura de la coalición de gobierno, con el anuncio de un referéndum para la continuidad del acuerdo y, sobre todo, ha dado un espectáculo de división interna que augura una explosión descontrolada. Especialmente, cuando una parte de dirigentes y candidatos lo que se han marcado como objetivo esencial es integrase en Podemos, al considerar que el trayecto de IU ha llegado a su término. De nada ha servido la recuperación de Julio Anguita, que intentó la «pinza» con el PP para superar al PSOE y ahora propone tender la mano a Podemos.

Los resultados de Podemos recuerdan la advertencia del doctor Farabeuf: «La buena salud es un estadio precario que no presagia nada bueno». Todas las encuestas previas al 22-M auguraban una marcha triunfal que muchos dirigentes de este partido situaban su final en el Palacio de San Telmo, sede de la presidencia de la Junta de Andalucía. Con haber obtenido un número importante de parlamentarios y ser la tercera fuerza, las expectativas han quedado defraudadas. Es un toque de atención que confirma que la arrogancia no siempre tiene la compensación que esperan los que la practican. La comparecencia de Carolina Bescansa, la oráculo en análisis demoscópicos, era todo un poema, cargado de una profunda decepción. Tanto es así que el líder incontestable, PI 3.0, no ha dado muestras de su carismática imagen.

En Ciudadanos todavía siguen pellizcándose, dado que no terminan de creerse los buenos resultados. Y por las primeras reacciones corren el peligro de sufrir alguna peligrosa intoxicación por el éxito obtenido. De «catalanes» no queridos en Andalucía, según algunos miembros del PP, han pasado a ser una amenaza preocupante para los Populares en los próximos comicios, sobre todo en las zonas urbanas.

UPYD corre un riesgo de desaparición similar al que afecta a IU: el trabajo realizado, las propuestas rechazadas y luego presentadas como propias por algunos gobernantes, junto a la denuncia sostenida contra la corrupción pueden quedarse en nada por cuestiones de personalismo. La fundadora, Rosa Diez, está a un paso de provocar la destrucción de su obra, por un comportamiento caudillista y nada dialogante.

Los idus de marzo andaluces, con sus particularidades, traen una seria advertencia a todas las formaciones políticas, que se debe leer con prudencia, a pesar de las prisas que ya generan la inminencia de nuevas citas electorales. Ni el triunfo del PSOE ni la derrota del PP garantizan que sean resultados trasladables, sin más, a las nuevas citas con las urnas; el bipartidismo está herido, pero no de muerte por ahora; la izquierda más combativa, una de las fuerzas políticas que más ayudó a la consecución de la democracia, corre el riesgo de desaparecer, víctima de su incapacidad de renovación y de la irresponsable frivolidad de algunos de sus cabecillas. Con Podemos y Ciudadanos se amplía el campo de batalla político y se puede regenerar el sistema democrático. En cuanto a la estabilidad para gobernar, es un asunto que va a poner a prueba a todos los partidos, ocasión para comprobar la talla y verdadera altura de miras de sus dirigentes. Quedamos en espera.