Los artistas tenemos que estar libres de besar manos y pies

Mientras que la sexualidad y la religión se convirtieron para el hombre en un lastre moral debido a la convergencia de distintos y al mismo tiempo similares factores desde una perspectiva ideológica, los artistas, por el contrario, remontándose a las eras paganas, en las que compartía la exaltación y orgía cósmicas con dioses y diosas, buscaron su liberación y revirtieron la corrosión del contexto rancio y anodino, limitado y castrador, a través de la exploración de sendas de creatividad inconmensurables que les dictaban los más oscuros y excitantes móviles de su biología.  

Por eso, la cultura toma otro giro y empieza a saturarse de otro material, de otra conglomeración, esta vez más caótica e imaginativa, de nuevas aleaciones tecnológicas, estéticas y formativas. Los modelos, estén o no obsoletos, ya no sirven, únicamente como objeto de transgresión son útiles, lo mejor es enterrarlos bajo siete llaves, demolerlos y superarlos, aunque la utopía mantenga su vigencia, como el espejismo de una visión cuya naturaleza ontológica se va a ir degradando hasta ser la cúspide de un deseo insatisfecho a la par que terriblemente consumista en la manera de ver el mundo.

Con el descubrimiento del subconsciente y su modus operandi, la plástica hace suyos sueños, fantasías, realidades, atavismos e ideales libertarios. Imaginería que pugna con ansias y temores reconocidos que gravitan sobre la intuición del autor, sobre un imaginario, el suyo, que al fin y al cabo es común, si bien es exclusivamente él, sólo él, el que sepa buscarle la formulación precisa. Por lo tanto, el arte llega a esa articulación y simbolización de una verdad de experiencias ya compartidas, como la representación de la novedad genuina.      

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)