LOS ANCIANITOS SON UNA LATA
Lo decía Evaristo Acevedo―miembro destacado de la revista La Codorniz, fenecida por su inmenso propósito de combatir la estulticia nacional― allá por el lejano 1955 en una sarcástica novela. La sociedad española siempre ha visto a sus ancianos como una lata y no como un referente de sabiduría. Con la crisis de nunca acabar, los que antes eran considerados ancianos y ahora son ciudadanos maduros con amplia experiencia devienen en víctimas de los ERES de turno y acaban arrojados con desdén al baúl de los recuerdos profesionales, y no todos con pensiones dignas de ese nombre. Pero como la capacidad de empeorar es infinita, tal como aseguraba el pensador francés Roland Barthes, las cosas van a agravarse y todo gracias a los esfuerzos de los políticos de aquí y de allí (Bruselas y Berlín).
Hasta no hace demasiado tiempo se tenía a la ciudadanía jubilada como un amplio caladero para la pesca del voto de temporada, potente y seguro. Esta particularidad obligaba a todo dirigente que se tentara la ropa a halagar con el discurso y a una moderada (aunque exagerada por medios afines) condescendencia pecuniaria. Pero sobrevenida la crisis por haber vivido «por encima de nuestra posibilidades» ―especialmente banqueros y especuladores de toda laya― la austeridad debe alcanzar a todos y así lo ha hecho saber la Comisión Europea. La ampliación del plazo para reconducir el déficit de España comporta reconocer lo obvio: el clamoroso (y dramático) fracaso de las políticas emanadas de unos centros de decisión (la capital comunitaria y el Bundesbank) que insisten en el error, por más que el día a día muestre que la crisis que están agravando en la Eurozona puede hacer saltar por los aires la moneda única y la misma UE.
El gobierno de MR, al que su mentor acusa de flaqueza y de no emplearse a fondo, está desmantelando elementos fundamentales como Educación y Sanidad, junto con la incipiente Dependencia, que podían aproximarnos a la media del bienestar comunitario. Tras una devaluación interna brutal que afecta a salarios y empleo, los pronósticos de cara a un futuro inmediato (OCDE) son para echarse a temblar. Sin embargo, MR, con su aspecto de miembro de la Santa Compaña, no parece inquietarse y se mantiene a la espera de que el vendaval amaine. Y para rematar la faena, un comité de sabios tiene los días contados para que emita un informe que señale las reformas (recortes) que serán precisas para hacer sostenible el sistema de pensiones. Aumento de la edad de jubilación, ampliación del periodo de cálculo o mayor restricción con las prejubilaciones. Son ideas que no precisan de ningún «sabio» y que la Comisión Europea pone como contrapartida para que España se coma la zanahoria de la flexibilidad del déficit, amén de profundizar en una reforma laboral que hasta ahora se ha comportado como una potente turbina de destrucción de empleo. La última trinchera, la de las pensiones, que parecía resistir los ataques de los intereses especulativos no solo está en peligro, sino que puede empezar a darse por perdida. Eso sí, ante el espectáculo obsceno de pensiones millonarias a dirigentes de bancos que antes de cobrar tan pingües beneficios deberían pasar ante el juez correspondiente.
Plan de Apoyo a Emprendedores, Empleo Juvenil, Unión Bancaria y armonización fiscal, entre otras promesas que hasta ahora, con cerca de treinta millones de parados en la Unión Europea no han sobrepasado el umbral práctico de las promesas. El necesario y amplio plan europeo de inversiones para sacar a la Eurozona de su postración, que aumente el empleo y asegure las pensiones, no termina de llegar. Aunque parezca una simplificación, por tercera vez Alemania parece empeñada en provocar la ruina de Europa y la suya. Y es que como decía el mencionado Evaristo Acevedo «El sentido común es artículo de lujo».