Libertad y comisario no tienen el mismo horario

La figura del comisario, que ahora ha sido sustituida por el anglicismo “curador”  (el mismo horror que el anterior), tiene su precedente seguramente en el famoso Comisariado de los años veinte del siglo pasado en la Unión Soviética, aunque, en los años iniciales de la Revolución, se negó en principio a ejercer una dirección política uniforme en el campo artístico.  Primero, porque probablemente no sabía de qué iba el asunto; segundo, porque tampoco les importaba en aquellos momentos.

Sin embargo, algo ya empezaba a cocerse, porque el propio Kandinsky, que había sido llamado para programar y planificar el curso del nuevo Instituto para la Cultura Artística (INCHUK), tuvo que abandonar el país debido a que le achacaban la defensa de unas concepciones “irracionales” y “místicas” incompatibles con las tesis entonces imperantes.

Pero la mediocridad de muchos supuestos artistas que hasta la llegada de esa situación no pintaban nada –nunca mejor dicho-, no se avenía con el desarrollo de un arte que estaba experimentando un despegue extraordinario. En su mezquindad fanática y ramplona rechazaban el ir más allá de la pintura de caballete, que fue la que finalmente se impuso y se motejó de “realismo socialista”.

Tal bodrio renegaba de lo abstracto, del bosquejo, del cubismo y demás, pues no había nada que igualase a la claridad revolucionaria y la maestría de la pintura y escultura figurativas. Por consiguiente, en la Unión Soviética y satélites se encerró a la libertad (no hay nada que cualquier poder odie más), lo cual tampoco era nuevo si nos atenemos a las épocas precedentes. Con ello demostraron ser fieles comisarios en tal ocasión y todavía ahora en todo el mundo.      

Así que viene a cuento el recordar aquello que denunciaban Gabo y Pevsner “de que no se puede elaborar un sistema artístico a golpe de frases revolucionarias”. Por este motivo,  una ampliación de las prácticas e idearios estéticos les sonaba a arameo a unos comisarios cuyos horizontes visuales y cerebrales no pasaban de la “S” de Stalin y de las posturas de postrarse y doblegarse hasta tener los riñones hechos polvo.

Nada de teorías estéticas mecanicistas y extremadamente radicales (sic), les señalaban, ha de haber una orientación dirigida, colectiva y planeada del proceso creativo. Claro que en el Occidente democrático y capitalista se hacía lo mismo echándole, no obstante, más hipocresía y fariseísmo, razón por la que la figura les encantó y la adoptaron sin la más mínima duda, si bien disfrazaron esta modalidad de control de capellanes y monaguillos con expertos, especialistas, entendidos, críticos, investigadores, etc., para que pasasen por unos beatos por encima de toda sospecha. Argucia que no convenció a nadie y menos a ellos mismos y a los eunucos que servían, los cuales les pagaban y dejaban que montasen los chanchullos que más les convenía.

Actualmente tal denominación ha dejado de utilizarse a causa de su chirrido o estridencia para ser reemplazada por otra, sin que ello suponga por lo demás una cambio de su significado original y fines. 

Bien es verdad que el arte les sigue sobreviviendo y sepultando, en la mayoría de los casos sin pena ni gloria.

Gregorio Vigil-Escalera

(De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)