LAS PROFECIAS DE MARIO DRAGHI. Teófilo Ruiz

De nuevo escuchamos las previsiones del BCE y de su profeta Mario Draghi que, como toda buena profecía, se anuncia con palabras desagradables. En concreto, para España más de lo mismo con incitación a insistir en los recortes, con reducción de salarios y prestaciones sociales. Todo ello encaminado a pagar lo mucho que «debemos» y evitar incurrir de nuevo en la molicie de un consumo desaforado. Estas recomendaciones son en realidad un eco que viene rebotado de advertencias anteriores, pero al que, hasta ahora, se le ha prestado poca o nula atención. Tan solo la inquebrantable decisión de Ángela Merkel, Mario Draghi, MR y el resto de la cohorte de oficiantes nos harán ver la luz, con independencia de que sus recomendaciones conduzcan a una recesión económica que terminará por afectar al corazón mismo de la eurozona, versión moderna del Sacro Imperio Germánico.

 

En momentos históricos de tan gravedad como los actuales se requiere la presencia de individuos que expliquen, adviertan y aconsejen sobre la situación y las medidas a tomar. Es lo que ocurrió, según la Biblia, en Israel con la aparición del estado monárquico, la división tras la muerte de Salomón o el destierro a Babilonia. Los profetas, a pesar de estar conectados, en su mayoría, con las clases dominantes dirigían sus ataques contra el poder político (reyes), el poder religioso (los sacerdotes) o el poder judicial (consejo de ancianos).

Sin embargo, en la actualidad el BCE y su profeta más visible, Mario Dragi, dirigen sus advertencias contra la mayoría de la población, desde España hasta Grecia, para que de una vez por todas despierte del mal sueño del estado del bienestar, un lujo que no está a su alcance y que ya ha disfrutado durante demasiados años. Ahora, para ser competitivos, no queda otra solución que acabar con las relaciones privilegiadas de un mercado laboral muy rígido y con unas protecciones sociales que no se pueden sostener. En definitiva, que todos aceptemos imitar a los chinos en sueldos, horarios y «derechos».

 

Como en toda profecía que se precie, después de las desventuras y desastres para los que se han apartado del recto camino, se observa el  vaticinium ex eventu que contiene la llamada a la esperanza. Es conveniente creer que también esta crisis sistémica tendrá una solución. Lo preocupante es que las anteriores catarsis que ha sufrido el sistema -por solo referirnos al pasado siglo- se llevaron a cabo por medio de unas orgias de sangre tan descomunales y destructivas como lo fueron las dos guerras mundiales donde Alemania (no por casualidad) tuvo un protagonismo tan destacado como lamentable. Pensar que esta alternativa puede volver a ser utilizada con el actual arsenal de armas es plantearse la posibilidad de un horror imposible de asumir.

 

Cierto que son precisos individuos capaces de encauzar una situación tan difícil. Pero profetas como Draghi, que en su época como dirigente de Goldman Sachs ayudó al gobierno griego a falsear sus cuentas, no parecen los más idóneos. Los antiguos profetas clamaban contra los poderosos, en defensa del pueblo. Los actuales defienden los privilegios de un reducido grupo social a costa de someter a la mayoría a reducción drástica de sus derechos y posibilidades y mandar a millones a la exclusión.  Es cierto que todo cambia con el tiempo y no hay nada más que ver a la Iglesia Católica: en la Edad Media, el préstamo de dinero con interés era condenado al considerarse usura; ahora el Vaticano dispone de un Banco envuelto en no pocos enredos. Los avances tecnológicos a lo largo de la Historia han transformado las relaciones laborales, pero eso no debe servir para que se rompa  el equilibrio entre razón económica y justicia.