Las malas y las buenas noches que nos da el fútbol

(Recojo en esta columna la charla por WhatsApp con mi amigo Juanjo Mardones, seguidor del Athletic Club de Bilbao, tras ser eliminado su equipo por Osasuna, en las semifinales de la Copa del Rey. Juanjo juega con la camiseta negrita).

— Buenos días: tengo que aprender de ti también en lo futbolístico, porque, aunque procuro no ilusionarme mucho con el Athletic, partidos como el de ayer, contra Osasuna, me sumen en unos cabreos depresivos que no deben de ser muy sanos.

— Bueno, no sé si soy el más adecuado para aconsejarte al respecto. Con el Atlético de Madrid he sufrido hasta el paroxismo. Las dos Champions perdidas con el Madrid me hicieron pasar prácticamente las noches en blanco, que ya tiene delito, ¡en blanco!-. Es verdad que tras esas dos catástrofes he aprendido a tomármelo con más distancia, sobre todo desde que dejé de ser abonado. Hasta entonces, volver en metro derrotado del Metropolitano no era fácil. Ahora, en casa, apago la tele, abro un libro y cambio de escenario, pero las derrotas siempre duelen, sobre todo cuando despiertas en medio de la noche, y las victorias son dulces.

— Pues, efectivamente, eso me pasó a mí anoche. Eran las tres de la mañana y estaba en vela, con un disgusto que tú puedes entender muy bien. Y mira que el asunto lo tengo racionalizado, que no espero gran cosa, que sé de las carencias de los leones, pero nada, el corazón manda.

— El fútbol no se puede racionalizar, porque es pura sin razón y ensoñación de niños. Si lográramos racionalizarlo se nos desharía la pasión como un azucarillo. ¿Qué sentido tiene emocionarnos, vibrar y sufrir con el juego de once tipos en pantalón corto? Digo once, porque a los forofos nos sobran los once del otro equipo.

— Yo he tenido unos años de un cierto distanciamiento, pero con el tiempo ha vuelto la pasión, el saborear esas emociones. El precio, ya lo sabes, sobre todo en un equipo que se rige con una romántica filosofía, difícilmente compatible con el éxito deportivo.

— Ganar, ganar y ganar, como decía Luis Aragonés, es la esencia del fútbol y, sin embargo, yo creo que eso es relativo. De ser un valor absoluto seríamos todos del Real Madrid y asunto resuelto. Si solo vale ganar, ¿cómo es que hay incondicionales del Elche, el Celta y el Getafe?

— Ahí está el misterio del fútbol, las emociones de la niñez son indestructibles. Solo he conocido a un amigo de la infancia que se hizo del Madrid porque era lo que tocaba, un valor seguro, pero eso anticipaba lo que luego iba a ser su vida, un cúmulo de convencionalismos: el Mercedes, el apartamento en Benidorm, etc.

— En contra de lo que suele pensarse, yo creo que los inmigrantes extranjeros, y los que llegaban a Madrid en los cincuenta y sesenta de Andalucía y Extremadura, era fácil que se hicieran del Madrid: su vida es dura y necesitan ganar en algo. Ser del Atlético es algo más distinguido, tiene un punto elitista: ganar no es obligatorio. Está el orgullo y lo significativo de ser del Atleti, del Athletic o del Betis: un cierto timbre de gloria, una minoría selecta, muy distinguida.

— Pues sí, hay una idea de que los del Madrid son los señoritos y los del Atleti los proletarios, pero ese lugar común, como bien has señalado, tiene trampa.

— El Madrid no puede ser exclusivamente el equipo de los ricos, porque tiene prácticamente a la mitad de los seguidores al fútbol de España. ¿En qué cabeza cabe que haya tantos ricos? Lo que es rico, monopolístico y representante de la derecha tradicional es el club, la dirigencia.

— Desde luego, pero en el plano de la imagen lo que proyecta es riqueza, poderío.

— Es que también la tiene. Es en fútbol lo más parecido al peronismo en política. El partido argentino agrupa desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Es un pandemonio horroroso y detestable. Otro tanto le ocurre al Real Madrid. No sé si lo habrá dicho alguien antes, pero me parece que he dado con un hallazgo: el Madrid como club peronista.

— Pues sí, las dos cosas están ahí, pero seguramente prevalece la imagen, errónea, de que es el equipo de los señoritos.

— ¿Cuándo se despertó en ti la pasión por el Athletic de Bilbao?

— Me acuerdo perfectamente. Aunque yo primero fui “del Zarra”. Telmo Zarraonaindía, héroe nacional el 2 de julio de 1950 con el gol a Inglaterra en Maracaná. Yo tenía cuatro años, pero creo que ahí me enganché. Pero es que además, y no es poca cosa, mi padre era vasco, un vasco en Madrid, y a través de él tuvo que venir necesariamente mi pasión.

— Yo debía de tener unos ocho años y me hice del Atlético de Madrid, y eso que vivía en un pueblo de Málaga, por influencia de un compañero de pupitre. Hasta entonces había sido más de toros. Mi ídolo era el Cordobés y yo toreaba de salón a las sillas. Mi primer ídolo futbolístico fue producto de un malentendido. Confundí a Violeta del Zaragoza con Irureta del Atlético.

— Los caminos del Señor son inescrutables.

— A medida que íbamos wasapeando he pensado que este diálogo podría ser la columna de este domingo. ¿Qué te parece?

— Tú verás, si te es útil, adelante. Será doblemente gustoso leerla.

Original en elobrero.es

Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.