LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN

Aturdidos por la fuerza del mistral independentista y horrorizados por los efectos de los desahucios, con la sorprendente «sensibilidad» de la Banca, los Presupuestos Generales del Estado para 2013 van a pasar la tramitación parlamentaria sin romperse ni mancharse. Son «Las cuentas del Gran Capitán» MR que han de decidir el rumbo de la economía española en tiempos tan poco favorables. De entrada, la Comisión Europea considera que no se ajustan a la realidad y no cumplirán el gran objetivo de este Gobierno: reducir el déficit a los límites previstos y en los plazos acordados. Por contra, la economía proseguirá con su caída y el paro continuará con su aumento.

MR, como los toreros castizos, pidió que le dejaran solo para lidiar con la orientación económica que necesitaba España, ante el desastre de la herencia dejada por ZP. Prometió ser una nueva versión del bálsamo de Fierabrás, para curar las heridas de una sociedad devastada por la incompetencia del anterior ejecutivo y así recuperar crecimiento y empleo. Pero la pócima, a base de recortes brutales que afectan a los sectores menos favorecidos, no actúa en la dirección prometida. Sin embargo, a pesar del evidente fracaso, MR y sus asesores insisten en administrar la misma poción: más recortes. Y todo esto sin hacer el menor caso a entidades tan poco sospechosas de izquierdismo como el FMI, que alerta sobre los riesgos de persistir, sin contrapartidas, en los recortes.

Los subalternos de MR aseguran que el crecimiento y la recuperación del empleo están a la vuelta de la esquina y en un alarde que es preferible achacarlo al cinismo antes que a la estulticia, han asegurado ─Montoro dixit─ que «son los presupuestos más sociales de la democracia». Provocaciones aparte, los PGE 2013 no tienen ninguna credibilidad y tendrán que ser modificados, pues sus previsiones son irreales y no conseguirán recolocar a la economía española en la senda de la recuperación. Hace un año, el Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz (El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial) señalaba que «la austeridad que practica Europa es un camino suicida, no estimula el crecimiento, ni la creación de empleo, y profundiza los déficits». Y por ese camino seguimos, sobre todo teniendo en cuenta que, históricamente, en España no se produce creación de empleo por debajo de un crecimiento del 2% del PIB.

La economía de nuestro país, según la mayoría de los expertos, necesita una reorientación, definir un nuevo modelo productivo y ser más competitiva. Pero la competitividad en un sistema globalizado no se consigue únicamente con descenso de salarios y ajustes masivos de empleo. Con los recortes brutales en I+D+i se pierde la posibilidad de conseguir crecimiento por medio de la investigación e innovación. Y para mayor abundamiento, se está provocando una emigración masiva de profesionales cualificados cuya formación costó lo suyo al Estado; a todos.

Compulsivos enemigos de lo público y del déficit, MR y sus ministros han diseñado unos Presupuestos que van a deprimir aún más la economía. Y sin embargo, hay medidas que pueden paliar el desastre. Tomemos, como ejemplo, una propuesta que no viene de nadie que plantee la toma del Palacio de Invierno. La realizó hace unos días, en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, alguien tan poco sospechoso de revolucionario como el exbanquero Ángel Sánchez Asiaín (Algunas consideraciones sobre la crisis). El expresidente del Banco Bilbao Vizcaya señalaba que una acción decidida sobre la economía sumergida (el 23% del PIB) reportaría unos 38.000 millones de euros al año; una subida de cinco puntos en los impuestos a las grandes empresas que facturan más de un millón de euros dejaría 14.000 millones; una tasa sobre las transacciones financieras aportaría otros 5.000 millones; la recuperación del Impuesto de Patrimonio sobre las grandes fortunas podría suponer unos 3.400 millones. Con estas medidas, factibles y viables, se conseguiría estabilizar la situación económica, sin incurrir en brutales recortes, ni deprimir la demanda y mejorar el empleo. Sin embargo, no se aplican pues MR no tiene el «cuajo» que tanto reclama a sus adversarios políticos.