Las críticas de arte se engalanan para explicar lo imposible

Las críticas de arte parten del factor clave que las hace posible y ése es el hombre y su intelecto, el cual llega a proponerse como crítico cuando en su saber, percibir, intuir y sentir, el ejercicio de este cometido es una prueba eficaz de su idoneidad y capacitación para realizar tal labor.

Si es verdad que como dice Kenneth Clark, la impresión de una obra de arte se construye a partir de multitud de sensaciones, analogías, recuerdos y pensamientos diversos, algunos manifiestos y la mayoría de ellos inasequibles al análisis, también lo es que el crítico de arte es el responsable de individualizar en el marco de su propio conocimiento e integridad.

Lo que es importante es que la apreciación esté íntimamente relacionada con la obra de arte y no en función de reacciones de placer o desagrado –que dicho sea de paso, también son inevitables-, sino de un juicio capaz de argumentar, razonar, de referirse a ciertos paradigmas, establecer determinadas afinidades o de basarse en otras experiencias, conceptos, lenguajes y enfoques multiculturales e históricos.

Lukács, muy doctrinal y terminante en sus estimaciones, consideraba arteramente que cuanto más alto es el nivel de sinceridad, de inteligencia y de cultura, propio de estos críticos, tanto mejor servicio prestan a los intereses de los capitalistas. 

Respecto a las críticas de arte se pueden establecer distinciones desde la romántica e idealista, muy centrada en la autonomía de la obra y la singularidad del artista, considerando que su producción creadora es el resultado de una voluntad constante de investigación e inspiración.

Hasta otra, actualmente mayoritaria, que se atiene a un entorno de directrices, tendencias, movimientos, mercados y contextos políticos y socio-culturales, en que el hacer artístico del autor queda subsumido en estas corrientes doctrinales.

Todas ellas conducen finalmente a ser el objeto verificador de unas teorías empeñadas en desdecirse, en contradecirse o simplemente en configurarse dentro de los márgenes de un debate que vive de perseguirse a sí mismo.

Cuando se trata de supuestos inmersos en estas controversias, el examen de la obra es escueto. Constituye más un pretexto para divagaciones un tanto herméticas, opacas, ininteligibles, sobre la peripecia dialéctica de la globalización estética. Se observa tal fenómeno por el mucho énfasis en el uso de vocablos de moda, términos oscuros, impermeables, que hagan demostración indudable de una pátina intelectual adquirida por sus supuestamente sesudos expertos en esta disciplina artística.

En resumen, en relación a la crítica de arte se han vertido innumerables pesquisas que con variables resultados han concretado su función y dinámica, por lo que, de configurar su estructura como un proceso encaminado al discernimiento y entendimiento de la obra de arte, a su intervención mediadora, se justifica como una tarea necesaria en este ámbito.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones de Críticos de Arte Internacional y Española (AICA/AECA)