LAS CIFRAS DEL PARO

Prácticamente cien mil personas menos registradas en la contabilidad del paro en el pasado mes de mayo. Todo un dato positivo que se une a dos meses precedentes para que algunos hablen ya de cambio de tendencia. Sin embargo, una mirada un poco más detenida nos revela que el empleo creado es casi todo temporal y centrado en servicios y agricultura. Todavía peor; en términos de estacionalidad la buena nueva queda reducida a tan solo 265 empleos netos. Y esto sin hablar de las diferencias entre el paro registrado por las mal llamadas oficinas de empleo y los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA).

Los datos «positivos» están siendo empleados para apoyar la reforma laboral que a la UE le parece insuficiente. Pero con los números de la EPA o de las oficinas de empleo, el problema muestra la tozudez de lo permanente, y algunos han dado el paso al frente para plantear sus posibles soluciones. Se ha manejado la posibilidad de los minijobs a la alemana, para combatir especialmente el paro juvenil; ahora el Gobernador del Banco de España, Luis María Linde, propone, como medida de emergencia, contrataciones por debajo del salario mínimo, aunque a jornada completa, y que las empresas puedan descolgarse de los convenios firmados. A esta propuesta se ha sumado de inmediato la ínclita Esperanza Aguirre (siempre aspirando a ser la versión chulapona y cañí de Margaret Thatcher).

A primera vista, parece lógico que un parado (joven o mayor) prefiera cobrar un sueldo mínimo antes que nada. Pero la realidad es que el sistema ya ha colocado al individuo donde quería: en estado de cosificación, como simple número y desarmado de toda resistencia ética para reclamar el respeto y dignidad a la que todo ciudadano tiene derecho y se le reconoce en una sociedad verdaderamente democrática. Entre «Es lo que hay» y «Mejor que nada» se ha creado un caldo de cultivo que sirve para justificar una orientación socioeconómica que tiene un objetivo muy claro: acabar de una vez por todas con el modelo de Estado de Bienestar, por considerarlo insostenible, Y para «racionalizar» la situación no hay más alternativas que reducir las partidas de protección social y el gasto público y bajar los salarios para ser más competitivos.

En una sociedad tecnológica, donde cada día salen al mercado productos más sofisticados, nos encontramos con el contrasentido de que los consumidores, en su gran mayoría, pierden poder adquisitivo a cada paso y, como consecuencia inmediata, capacidad de compra, con lo que el «círculo virtuoso» del que hablaban los neoliberales antes de la crisis se ha roto, provocando recesión y paro. Sin embargo, en el corto plazo la ruina y el desempleo de muchos se ha traducido en un crecimiento exponencial de las ganancias de unos pocos: los «mercados» y especuladores de todo tipo.

En contra de lo que dijera K.Marx, la Historia no se repite (tragedia y farsa), sino que fluye como el rio de Heráclito. Ya por los años 40 del pasado siglo los componentes de la Escuela de Frankfurt (Adorno, Horkheimer, Habermas, Benjamin,Marcuse) al formular su teoría crítica del «socialismo real» (URSS) señalaban que el proletariado, la clase trabajadora, había dejado de ser el protagonista de los cambios históricos (revoluciones) al haber sido integrado por el sistema capitalista por medio de la expansión del consumo. Ahora podría decirse que no solo se siente integrada, sino que está absorbida por el consumo. Sin embargo, el beneficio a ultranza como divisa está provocando una crisis de dimensiones globales y con consecuencias imprevisibles. La Historia está abierta y en blanco la página donde se ha de escribir el nombre de quién ha de protagonizar la salida de este negro túnel.