LAS CARTAS BOCA ARRIBA Por Teófilo Ruiz
Por si no era suficiente el humo expandido por el «caso Bárcenas», el Gobierno de MR ha sacado un «conejo» muy llamativo: Gibraltar. Con la polvareda provocada por unas medidas tan discutibles como escasamente efectivas, se trata de tapar los problemas de fondo. Cierto que la roca es un anacronismo intolerable, convertido en nido de traficantes de drogas y evasores de capitales y una auténtica vergüenza que se consienta su existencia en el seno de la Unión Europea. Esta es la cuestión y, hasta ahora, ningún gobierno español ha hecho nada práctico para que, al menos, se respeten los acuerdos del Tratado de Utrecht y las resoluciones de la ONU sobre la descolonización.
Sin negar la importancia y las repercusiones de Bárcenas y sus exocet, cargados con cabezas de corrupción masiva, estos asuntos no nos pueden tapar algunas evidencias: las empresas del Ibex-35 han ganado un 12% más que el pasado año, en un contexto de aguda crisis, con una economía sumida en una recesión que no parece encontrar salida. Y no como ocurrencia, sino como medicina complementaria a las dosis de austeridad, el FMI ha propuesto, y la Unión Europa ha aplaudido, que los asalariados españoles acepten una rebaja del 10% de su sueldo como fórmula (ya fracasada) para crear empleo. A esta iniciativa hay que sumar el cuarto a espadas lanzado por la CEOE: la patronal propone la conversión de contratos de jornada completa a tiempo parcial, para evitar la destrucción de empleo. Sin embargo, lo más probable es que se termine cobrando por un contrato a tiempo parcial a cambio de trabajar a jornada completa, con horas extras incluidas.
Las cartas que se barajan en el casino global en el que se ha convertido la economía están marcadas y boca arriba, a la vista de todos y lo que indican es que la dirección del centro de juego no está dispuesta a conceder ni una sola mano a los participantes. La consecuencia no puede ser más clara y precisa: la clase media que hasta ayer gozaba del status que concedía el tan traído y llevado Estado del Bienestar, se encuentra ahora desempeñando una nueva versión del lumpemproletariado, más moderna pero igual de humillante, abocada a un desempleo degradante y sin visos de solución. Y como espectáculo obsceno, contempla el enriquecimiento de una clase dirigente sin freno, convertida su actividad en máquinas de hacer dinero por medio de sueldos insultantes, especulaciones tocantes con lo delictivo o simplemente sumergiéndose en la corriente de corrupción que discurre bajo los cimientos de la estructura social. Así las cosas parece lógico que muchas personas que conforman la millonaria legión del ejército de desempleados sin ninguna posibilidad de recuperar su puesto de trabajo ─punto de apoyo fundamental para que el individuo tenga conciencia de su utilidad y autoestima ─ piensen que el infierno no es una concepción religiosa, sino algo tan real como las casas, las piedra y los árboles (H.Arendt: Nosotros, los refugiados).