LA SITUACIÓN ES DESESPERADA, PERO NO NECESARIAMENTE GRAVE

Esta jaculatoria circulaba, mezcla de ironía y cinismo, por la Viena del primer decenio del pasado siglo (I.Vidal-Foch. Prólogo a El Anticristo de J. Roth). Esta síntesis de momento crepuscular y de hedonismo decadente retrata el momento actual de Europa y, de forma especial, el de España.

A una velocidad de vértigo se están desmontando los pocos logros del estado de bienestar que se habían conseguido tras duros esfuerzos, incluidos los realizados durante la larga noche de piedra de la dictadura franquista y, salvo alguna que otra reacción que se diluye como el gas de una botella de gaseosa, la resistencia social es mínima para el calado de la agresión que se sufre. Un ejemplo: el mileurista que, hasta no hace mucho, era un pringao, ahora tiene status de privilegiado. Se recorta hasta niveles de suicidio los presupuestos destinados a la investigación, al tiempo que la Sanidad ─envidiable por calidad y coste─ está siendo desmantelada para entregarla, como negocio, a los amigos. El apoyo a la Dependencia puede darse por finiquitado y las coberturas por desempleo siguen en proceso de cuarto menguante.

Pues bien, ante una situación tan dramática como desesperada, el Presidente del Gobierno, en una comparecencia de antología del disparate, ha vuelto a mostrar la dimensión de su sentido de la responsabilidad: su preocupación se centra en sacar al país de la grave crisis que padece y no contestar a acusaciones del primer zascandil que pase por la calle. En una respuesta leída y pactada con  el diario ABC, MR se ha remitido a sus anteriores no-declaraciones. El pequeño detalle es que el zascandil de este momento es un tal Luis Bárcenas, elevado al máximo puesto de control de las finanzas del PP por el propio, hasta hoy, inquilino del palacio de la Moncloa. Y otro detalle nada baladí: el Presidente del Gobierno defendió con firmeza la honorabilidad de su tesorero y se mostró dispuesto a poner la mano en el fuego ─tal vez con guante de amianto─ por esa cuestionada honradez, sometida a la lupa de los jueces.

En sentido estricto, poca credibilidad debe darse a un individuo que miente al mismo compás que respira, pero sospechosa aparece la posición del jefe de un Ejecutivo que se dedica a intercambiar mensajes con un individuo acusado de graves delitos y, para mayor abundamiento, el PP le ha mantenido sueldo y despacho hasta tres minutos antes de que la cosa fuera insostenible y terminara despedido por un acuerdo «diferido», en una explicación protagonizada por M.D. de Cospedal, digna de los hermanos Marx o de «Martes y Trece».

A estas alturas de semejante astracanada, puede asegurarse  que antes derramarán lágrimas de sangre las estatuas de piedra de la Plaza de Oriente que MR dé una explicación coherente y extensa a las muchas interrogantes que se ciernen sobre las finanzas de su partido.

Ante una situación de este calado caben muchas interpretaciones pero, por resumir, las dejamos en dos: MR es un ciudadano honrado que colocado en un puesto decisivo se dedica a conseguir lo mejor para su país y sus ciudadanos. En su consustancial sentido de que todo el mundo es bueno, no se da cuenta de que Bárcenas es un cabrón que va a abusar de su confianza  y a forrarse a costa del PP y la amistad de sus dirigentes. Conclusión: tenemos a los mandos de la nave del Estado a un mentecato al que se las meten dobladas y no están los tiempos para semejantes lujos. Debe recoger sus bártulos y dejar la Moncloa a alguien menos ingenuo.

Segunda hipótesis: tras su máscara imperturbable de sacristán de aldea se esconde un desahogado  que, según ha declarado su extesorero ante el juez, no tenía empacho en trincar dinero negro. Razón más que suficiente ─al menos en cualquier democracia que responda a tal nombre─ para que abandone su cargo de la mejor forma posible.

Sin embargo, no conviene hacerse ilusiones: si el tancredismo de MR logra superar los embates de su antiguo valedor, del director de El Mundo, de la Esperanza cañí y del siempre oblicuo Gallardón, tendremos político gallego para rato. Tal vez no los cuarenta años de Miss Canarias 1936 ( Mola dixit), pero sí hasta cuando él quiera, pues en este país se produce una extraña realidad: que hay millones de pobres de derechas.