La mujer y el ajedrez

Protagonista de la serie "Gambito de dama"

Protagonista de la serie “Gambito de dama”

Por estas fechas parece estar de moda una serie televisiva, “Gambito de dama”, protagonizada por una atractiva muchacha que lleva desde los 8 años jugando al ajedrez y ganándolo todo. Dicen que un niño/a prodigio es el que destaca antes de los 10 años en algún dominio o especialidad, a un nivel superior al de un experto ejecutante adulto. ​No obstante, la prodigiosidad en la niñez no siempre predice o anticipa la eminencia adulta. Dicen que son tres las especialidades donde un infante precoz puede distinguirse: música, matemáticas y ajedrez (yo incluiría algunas artes visuales). La diferencia por sexo no se contempla, pero en el territorio del ajedrez es notorio. Nadie sabe explicar con suficiente lógica el porqué de la escasez de presencia femenina en este bello y enigmático arte. Es innegable que el buen cálculo, la capacidad intelectual y memorística, la concentración, el estudio teórico, el talento natural y otras cualidades son claves para ganar las partidas, pero ¿acaso todos estos factores están más desarrollados en los hombres que en las mujeres? En absoluto. Es de antiguo la presencia de cierto machismo en los círculos profesionales y amateurs del mundo del ajedrez, cierto desprecio a la capacidad de la mujer para este juego. El excampeón mundial soviético Gary Kasparov (1985-1993) alardeaba de que podía vencer a cualquier mujer con un caballo de menos, claro que en toda la historia de esta juego los únicos 20 campeones mundiales absolutos que han existido han sido hombres. Hay que decir que una mujer, la húngara Judith Polgár, allá por los años 80 del pasado siglo, llegó a estar un tiempo en el selecto listado de los 10 mejores del mundo.

ajedrezGYo amo el ajedrez, me obnubila, ciega y confunde desde que muy de joven me lo enseñó mi hermano mayor, un gran jugador ya fallecido. Nunca llegué a ganarle. Me considero un jugador medio-bajo. Tengo la convicción de que el ajedrez, ese “deporte-ciencia”, es un “cabrón”. Bajo la apacible máscara de la imperturbabilidad el jugador de ajedrez, el ajedrez en sí mismo, destila casi todos los vicios capitales: soberbia, avaricia, ira, envidia… He jugado de joven todos los días a todas horas, incluso durante un año fui socio de un club (no había presencia femenina), acabé saliendo del club por asco, deprimido. Puedo contar desagradables anécdotas que aburrirían. Del ajedrez solo he sacado culpas sin arrepentimientos, más enemistades que lo contrario, pero sigo amándolo. Hace tiempo que dejé de jugar, a excepción de alguna que otra partida en solitario contra la máquina del ordenador. Pienso que los motivos, el desapego de la mujer (cada vez es menor) hacia este interesante, atractivo y milenario deporte es debido a factores circunstanciales, son exógenos. Esta agresividad (masculina) que subyace en este mundillo creo que no va con ellas. Jugadores, aficionados, organizadores, seguidores, periodistas del género, críticos, historiadores, espectadores, todos son hombres que suelen mirar con desconfianza (¿miedo?) la presencia de la mujer, circunstancias que en absoluto favorecen su participación, solo un natural y lógico rechazo. Estoy casi seguro de que el argumento de la entretenida serie televisiva, las andanzas de la protagonista, están calcadas de la historia, la vida y trayectoria de Bobby Fischer, para mí el más grande ajedrecista de todos los tiempos. Son muchas las coincidencias. Ambos fueron hijos adoptados, ambos niños prodigios que obtuvieron el grado de grandes maestros casi en la adolescencia, los dos eran rebeldes, transgresores, extravagantes, paranoicos (en el caso de ella también alcohólica y drogadicta). Ambos aprendieron ruso para poder estudiar mejor los libros y tácticas de los rusos, y con unos veinte años llegaron a lo más alto del escalafón con opciones de competir por el campeonato del mundo, pero ambos fracasaron sufriendo grave crisis psicológica. Ambos la superaron llegando a competir por, lo que la crítica y prensa de todo el mundo llamaron, “la partida del siglo”. Todo sucedía en los años 60, en plena “guerra fría”. Fischer, tras duro, largo y controvertido enfrentamiento ganó al que era número uno y campeón Boris Spasski, convirtiéndose en el primer estadounidense, en el primer no ruso, en ser campeón mundial absoluto. Lo que en la ficción le ocurrió a la mujer tendrán que verlo en televisión.