LA MOCIÓN DE CENSURA DE AZNAR
Podía esperarse que el todavía primer partido de la oposición presentara una moción de censura, si no para sustituir al Ejecutivo si para debatir sin trabas la grave situación por la que atraviesa el país. Sin embargo, ha sido el presidente de honor del PP el que ha lanzado la más dura diatriba contra MR y su gobierno. No se ha limitado a un alboroto ─aunque ha levantado mucha polvareda─ como a los que nos tiene acostumbrados Esperanza Aguirre. Las manifestaciones de José María Aznar han sido una moción de censura sin paliativos; una auténtica puñalada a la vena safena del sucesor por él nombrado. No es una herida mortal, pues la «medicina política» está muy adelantada, pero es la descalificación más dura ejercida hasta ahora contra el actual ocupante de la Moncloa.
Falta de lidererazgo, ausencia de iniciativa, política equivocada e incumplimiento del programa con el que el Partido Popular concurrió, y arrasó, en las pasadas elecciones legislativas. Tal vez podría decirse más alto, pero no más claro: es una descalificación en toda regla que no parece vaya a ayudar mucho a un Gobierno que va dejándose trozos de piel en cada sondeo de opinión. Ante un ataque de tan grueso calibre caben varias explicaciones que, por concretar, las resumiremos en dos:
1ª. Aznar es el líder carismático e incontestable del PP; el que lo rescató de la postración a la que le llevaron Fraga y Hernández Mancha; el guía que supo reunir en un solo cuerpo a las diferentes tendencias de la desperdigada grey de la derecha, para hacer de ella una fuerza electoral casi imbatible; el dirigente que aunó la claridad de visión de un líder carismático con la capacidad para reaccionar ante los problemas inmediatos de todo buen político. Sabedor de todos los méritos antes enumerados, decidió retirarse por propia voluntad ─en pleno éxito político y económico─ y marcar un hito en el comportamiento de los mandatarios de la todavía joven democracia española. Es normal que un personaje así, ante la grave situación por la que atraviesa el país sienta el ¡toc!, ¡toc!, ¡toc! con el que el Destino llama a su puerta. Y ante llamadas de este calibre, Aznar dejó bien claro que no dudará en cumplir con su conciencia, con su partido y con su país. Ayuno del más mínimo atisbo de autocrítica, todo parece apuntar a que en estos momentos Aznar está aquejado de lo que podríamos llamar «el síndrome de Dante»: cuando en 1301 la ciudad de Florencia nombró a Dante, que formaba parte del gobierno, para un difícil diálogo con el Papa Bonifacio VIII, preguntó: «¡Si yo voy, quién queda? ¿Si yo me quedo, quién va?».
2ª.Aznar está viendo como MR parece incapaz de enderezar una situación que prometió mejorar con su simple llegada al poder y, lo más grave para sus intereses, que el caso Bárcenas empieza a erosionar su reputación de forma peligrosa, poniendo en riesgo todo un entramado de intereses particulares que se concretan en múltiples conferencias y numerosas participaciones en consejos de administración y asesoramiento a nivel internacional, con compensaciones económicas nada despreciables. Para mayor abundamiento, la carrera política de Ana Botella, su mujer, parece que agota su recorrido, sin alcanzar la perseguida meta de ser la versión española de Hillary Clinton. Y todo con una total ausencia de apoyo por parte de la actual dirección del partido.
La respuesta de MR, como siempre, ha sido tranquila. Otros en el PP han ido más allá, rechazando los planteamientos del líder carismático o señalándole que ya es el pasado. En cualquier caso, esta sacudida telúrica puede ser positiva para agitar conciencias y reactivar voluntades, pues «Vivimos momentos en que necesitamos encontrar la verdad, perfeccionar la democracia, desterrar la inmoralidad, resucitar la ética y no perder la esperanza» (S. Fernández Campo. Prólogo a El Príncipe de Maquiavelo).