La marmita de Cayo Lara. Fernando González

Ni su nombre justifica ya la mistura inexplicable de planteamientos políticos que pretende Izquierda Unida. Por muy plurales que se presenten a los electores progresistas, por muchos votos indignados que quieran sumar a su proyecto, son herederos de  unas señas de identidad que no deberían diluir en la marmita ideológica  que cocina Cayo Lara y los suyos. En su caminar por una España en crisis, como si fueran un Quijote de guardarropía, se enfrentan a todos los molinos que divisan en el horizonte,  encasillando a sus militantes históricos en el papel secundario de Sancho Panza. Cualquier clavo mal remachado le sirve para colgar su cazadora estratégica. El último de los episodios protagonizado por Izquierda Unida bastaría para probar lo que ustedes acaban de leer. Más comprometidos que nadie con los colectivos marginados, abrieron el almacén de los activos públicos y repartieron viviendas entre los ocupas desalojados de un inmueble sevillano. Ahí estaban ellos, menos mal, tan justicieros como resolutivos, dispuestos siempre a enmendar la plana a los compañeros aburguesados y legalistas del gobierno andaluz que comparten.

Es cierto que hay miles y miles de casa cerradas en Andalucía, y muchísimas más en toda España, pero también es verdad que una multitud de ciudadanos silentes esperan un alojamiento digno y asumible económicamente. Resolver por las bravas las demandas de los más radicales, olvidándose de los que esperan calladamente su turno, es tan injusto como inútil. Tampoco arregla nada asaltar supermercados, acampar en despoblados baldíos, empuñar banderas revolucionarias o apuntarse como palmeros en cualquier zafarrancho popular. Izquierda Unida se sienta en las instituciones andaluzas,  gobierna en coalición con los socialistas, junto a ellos dispone del Boletín Oficial de la Comunidad y ambos pueden cambiar las cosas. Repartir manzanas de caramelo, como si fueran feriantes de mercadillo, tendrá sus rendimientos electorales, pero no es la forma de comportarse en un sistema democrático.

Algunos dirigentes de IU advierten pocas diferencias entre el PSOE y el PP. No se cansan de repetirlo. Tal impostura les permite, si la ocasión es propicia, apoyar indistintamente a cada uno de ellos. Así es como sostienen al ganador sin comprometerse demasiado, pero puede ocurrir también que ocupen los despachos oficiales que les ceda el gobernante de turno. Todo es posible: tocar poder en Andalucía después de demonizar al PSOE, quererse mucho en Asturias y divorciarse a continuación, o maridarse felizmente con los conservadores extremeños del señor Monago. Los izquierdistas de Cayo Lara son tan maleables que han podido acoplarse en la plataforma soberanista de la derecha catalana. Ahí les tienen, desfilando entre las gentes de Artur Mas, como si la clase obrera de Cataluña fuera diferente de la clase obrera española, como si por serlo tuviera otros derechos y un futuro distinto. ¿Dónde quedó el internacionalismo solidario de Izquierda Unida?

La coalición de Cayo Lara se ha transformado en una ONG de cooperantes variopintos. Nucleada por la militancia comunista, la única que mantiene cierta coherencia política, giran alrededor de IU socialistas defraudados, anarquistas despistados, ecologistas de campanario, juventudes desengañadas, radicales dinamiteros del sistema, artistas sin escenario y cantautores sin guitarra, independentistas carentes de estado y regionalistas de pandereta. La pregunta es obvia: ¿con quién están ustedes y qué modelo de país nos quieren vender? No me contesten todos a la vez, es muy difícil entenderles  con tanto griterío.