LA MARCHA TRIUNFAL DEL PARO
El mejor mayo de la serie histórica; la mayor afiliación a la Seguridad Social; el empleo crece en todas las comunidades y sectores. Todos los datos apuntan a lo mantenido por el presidente del Gobierno cuando en la pasada campaña electoral insistía en que la crisis estaba quedando atrás. Pero estos datos triunfales llegan con unos días de retraso. Y escrutando el horizonte con cierto distanciamiento, podríamos recurrir a los versos de Lupercio Leonardo de Argensola: Porque ese cielo azul que todos vemos,/ ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande/ que no sea verdad tanta belleza!. Para colmo, a esta buena noticia le han robado protagonismo los nuevos casos de corrupción en los que se encuentran inmersos consejeros autonómicos del PP. Y, rizando el rizo, hasta la hierática Tania Sánchez—hasta hace unos días estrella errante de la izquierda—, por una supuesta actuación ilegal en el ayuntamiento de Rivas.
Lástima que unos datos tan buenos queden relativizados por la cruda realidad: una temporalidad galopante y unas remuneraciones decrecientes, junto al exceso verbal y estadístico de llamar «creación de empleo» o «puesto de trabajo» a contratos de días o de horas. Pero si forzamos la vista, podremos observar que hay nubarrones persistentes que se niegan a desaparecer por la línea del horizonte: la cobertura por desempleo sigue disminuyendo; la temporalidad aumenta, junto a las desigualdades salariales; las mujeres y los jóvenes continúan al frente de los peor tratados por esta crisis que lleva camino de convertirse en parte del paisaje. Y los números que ofrecen las ONGs sobre el riesgo de pobreza de la población española son desalentadores.
El jefe del Ejecutivo —sin hacer caso de los agoreros y de los tocapelotas recalcitrantes— ha situado la cifra de 20 millones de empleos y 2019 la fecha para alcanzarlos y estar de nuevo en la tierra de Jauja, como antes de la crisis. No es necesario recurrir a Don Quijote (¡Cuán largo me lo fiáis, amigo Sancho!) para entender que hacer vaticinios más allá de un tiempo inmediato es una tarea tan osada como inútil. Lo que sí parece claro es que no era Jauja donde estábamos. Cuando se cayó el andamiaje nos dimos cuenta que se trataba del patio de Monipodio, con Manoferro, Rinconete, Cortadillo y una legión de arrebatacapas de toda índole. La cantinela de la «recuperación» tendrá dosis ciertas, pero que no resultan creíbles para una inmensa mayoría que se siente ofendida por la insistencia en unos datos positivos que en modo alguno le llegan para sobrellevar sus necesidades económicas.
Con independencia de la buena marcha de los apartados macroeconómicos —en buena medida debidos a las decisiones del Banco Central Europeo y a la bajada del precio del petróleo— la realidad palpable es un empleo precario y mal pagado y una juventud con una tasa de desempleo intolerable para cualquier sociedad verdaderamente democrática y con la emigración como única válvula de escape. Y agravado todavía más, si consideramos la inutilidad de los inmenso recursos empleados en unos jóvenes que en un muy bajo porcentaje podrá desempeñar el puesto para el que se preparó.
Mientras el turismo y la construcción sean agentes principales de la recuperación, la economía española engrosará su retraso con respecto a las que se basan en el tan traído y llevado I+D+i y su recuperación será más precaria y vulnerable. Son advertencias que se han realizado una y otra vez desde organismos nacionales e internacionales. Sin embargo, el presidente del Gobierno, además de su habitual parsimonia, parece —tras los resultados de las pasadas elecciones— afectado por el síndrome de su paisano Casares Quiroga, presidente del Gobierno en julio de 1936: cuando le comunicaron que los militares se habían sublevado respondió que, de momento, se iba a echar la siesta.