La maldición del centro político

Después de todos estos años, he llegado a la conclusión de que es imposible gestionar un partido político que ocupe el centro de la vida social.

Aparte de otras cuestiones que veremos, hay dos factores que lo impiden: uno externo y otro interno, pero los dos tienen una misma raíz.

El factor externo es la dificultad que tiene explicarle a los electores las decisiones hacía un lado u otro de la política del partido

¿saben por qué?

Porque los votantes de ese centro político que lo hacen con la intención de que su voto ayude a la derecha, consideran una traición, si después de unas elecciones el centro ayuda a la izquierda.

Y lo mismo sucede con los votantes que eligen el centro con la idea de que, en su momento, se apoye a la izquierda. Estos tampoco comprenden que los votos para gobernar se cedan a la derecha.

Dos factores externos difíciles de conjugar, después de unas elecciones.

Pero hay otro factor interno. Y son los propios militantes. Dentro del centro político hay dos sentimientos encontrados, con una misma base. Son de centro, pero unos prefieren pactar con la izquierda y otros con la derecha.

¿Qué quiere decir esto?

Que se haga el pacto que se haga, siempre hay una parte de la militancia que se siente incómoda con la decisión.

Sin duda son motivos de ruptura que salen a la luz en momentos críticos, como el que está pasando Ciudadanos estos días.

Estos dos factores son de gran peso en la marcha del partido y más si desde el exterior se potencia esa ruptura, como es el caso que estamos viviendo.

Si recuerdan, hace unos meses, cuando se negociaban los presupuestos, el gobierno que preside Pedro Sánchez se vio sorprendido por la negativa de ERC a seguir determinados planteamientos socialistas. Ante esto, era necesario atraer a los independentistas como fuera y el Presidente, con habilidad, llamó a Inés Arrimadas para negociar con ella. Durante un tiempo, la líder de Ciudadanos, se sintió cortejada desde Moncloa y no tuvo reparo en negociar para apoyar los presupuestos. Esos mismos que habían diseñado socialistas y comunistas.

¿Qué pasó?

Que unos días después, ERC, que no podía permitir la injerencia de un partido liberal de verdad en lo que se ha denominado como la coalición de la investidura, se acercó de nuevo a Sánchez y este le recibió con los brazos abiertos.

¿Y de Ciudadanos qué…?

Que se quedó sin presupuestos y sin nada. Sánchez utilizó al partido de centro liberal como cebo.

Arrimadas se quedó en la orilla chillando contra una pared, anunciando que Sánchez había elegido a los terroristas y los independentistas, cuando tenía la opción del partido naranja.  Gritos que el Presidente despreció, como viene siendo habitual en él desde que llegó a la Moncloa.

Pero hay más en este culebrón de Semana Santa que amenaza con destruir de nuevo el centro político cuando parecía que podía consolidarse, aunque fuera testimonialmente.

Lo que ha ocurrido estos días con la moción censura en Murcia y en Castilla León y la convocatoria de elecciones en Madrid, tiene todo el tufillo que va dejando el rastro de las maniobras de Pedro Sánchez. Un Presidente que camina de forma sinuosa y con muchas curvas, para aceptar y rechazar peticiones, según le vaya interesando, con un solo objetivo: seguir en la Moncloa.

Arrimadas ha llegado a un acuerdo, difícil de explicar, para poner una moción de censura a su propio gobierno de coalición para dejar fuera al PP y apoyar una nueva coalición con el PSOE.

Esto ha provocado un terremoto porque Isabel Díaz Ayuso, Presidenta de la Comunidad de Madrid, ha convocado elecciones anticipadas, para evitar el riesgo de que Ignacio Aguado hiciera lo mismo en Madrid. Aguado no tenía reparo en criticar abiertamente y en público, algunas decisiones tomadas en el seno de ese gobierno del que él era Vicepresidente.

¿Quién gana con todo esto?

Pues en principio el ganador podría haber sido el PSOE desfigurado de Sánchez, si tenemos en cuenta que la idea gestada por Moncloa y Arrimadas, era cambiar el gobierno en Murcia. Pero, cabe la posibilidad de que el Presidente del Gobierno quisiera ir más allá, viendo cómo veía, que la líder de Ciudadanos, no le hacía ascos a la proximidad de la Moncloa. En ese caso y por decisión propia, Sánchez organizó una serie de mociones en cadena que afectarían a Castilla León y a Madrid, como así ha sucedido.

¿Con qué objetivo?

Una vez conseguido el gobierno de Murcia, se podía preparar una campaña de presión contra Arrimadas para evitar que volviera a votar con la derecha y la extrema derecha, que es como los nuevos socialistas apoyados por el comunismo, denominan a todo lo que se opone a sus planes.  

De momento Isabel Díaz Ayuso ha salido contestona y muy aplaudida por la población. Su reacción ha frenado en seco, de momento, muchas iniciativas de la izquierda. Ya veremos lo que pasa con el resto.

Pero una cosa si es cierta. Este es el primer asalto que Pedro Sánchez no le ha ganado a la derecha del PP. Toda una esperanza para la libertad.