La cantante porno

Los espectadores salían del estreno de “La cantante calva” perplejos. Allí no había ninguna cantante, y menos sin pelo. El teatro del absurdo nos liberó de la dictadura de la lógica y dejó los títulos al albur del capricho o de las leyes de la eufonía.

Las películas nos fascinan porque prescinden de los tiempos muertos. La vida, sin embargo, se configura como una sucesión de tiempos muertos. Aún más: el ajetreo de vivir es una exacerbación de eso que llamamos tiempos muertos. En lo cotidiano, la acción siempre es un paréntesis. La sustancia de lo vivido crece en los largos períodos en que no ocurre nada. Vivir es una pasión en apariencia pasiva, mientras que el cine es la efervescencia de la acción.

¿Quién ha visto jamás una película porno completa? Sería extraño, porque una cinta de estas características cumple una función paliativa o de estímulo, rara vez será un excitante de la imaginación. En juego de palabras facilón, a tono con el género, podría decirse que la visión de una de estas películas dura lo que tarda en ponerse dura. O húmedo. La tosca gimnasia del porno atenta contra la estética y nos pone en guardia a quienes detestamos la gimnasia. Con y sin ropa.

El secreto del retrato está en que el que posa se parezca a quien se refleja en el lienzo. Si no se parece estamos ante una obra fallida, aun en el caso de que el ejercicio pictórico sea brillante. Ahora bien, si solo se parece estamos ante un retratista mediocre. El artista con talento ha de descubrir algún detalle, físico o psicológico, que ni el retratado conoce. Luego está el genio, Picasso por ejemplo, quien ante la queja de una de sus retratadas, Gertrude Stein, de que no se parecía a la del cuadro, la tranquilizó: “Ya te parecerás”. Frente al genio profético, cualquier ambición de talento no pasa de ser un modesto ejercicio de estilo.  

Estaba yo en manos del radiólogo, que me había llenado de gel el ecuador del cuerpo. Me estaba haciendo una ecografía cuando me preguntó que dónde trabajaba, y como le dijera que en Televisión Española, comentó como en un resorte: “¡Menuda casa de locos!”, y después me puso al tanto de que en la suya nunca había habido televisión, y que sus tres hijos se habían educado muy bien y ahora eran otras tantas personalidades en sus respectivas disciplinas.

– Déjese de televisión y lea. Créame que saldrá ganando –me espetó.

– Hombre, no es por nada, pero lo que yo más he hecho en esta vida es leer.

– Mire –prosiguió el médico, que se daba pinta de vejete profesor doctorado en Químicas -. Yo tengo probablemente la mejor biblioteca de rayos X de Madrid.

Y abrumado por la revelación quedé en ir un día a aprender algo sobre tan sustanciosa materia.     

Fue una tarde metida en lluvias y fríos transparentes. Estaba yo en una librería de viejo, que es uno de esos sitios donde el tiempo discurre con cierta pereza. En un momento irrumpió en el local una mujer de voz cristalina y un punto imperativa, que a lo que parece era conocida de los libreros.

– ¿Tenéis un libro con ilustraciones del mar para un hombre de ochenta años? – dijo la mujer. Pero solamente del mar, sin desnudos ni bañistas. Es para mi padre que lleva 20 años sin salir de Trujillo y tiene nostalgia del mar, quiere pintarlo. El pobre no ve más que libros de misa.

Aquella mujer morena, cuarentañera larga y muy resuelta, quedó en volver una hora más tarde por ver si estaba su encargo. A mí me fascinó la sorprendente aparición y quise pegar la hebra sobre el particular con los libreros. Me dijeron que la situación no era particularmente rara, que estaban acostumbrados a que les pidieran los libros más peregrinos. A mí, menos habituado a las escenas propias de esas librerías, me quedó un regusto optimista para toda la tarde. Me llevé un libro de Santiago Ramón y Cajal , “El mundo visto a los ochenta años”. Un título acorde con un sitio tan deliciosamente demodé como aquél.  

Imre Kertész, Premio Nobel de Literatura (fallecido en 2016): “Ya puedo decir que he vivido bajo tres dictaduras: la nazi, la comunista y la del dinero”. Y esta es la más cómoda”. ¡Sobre todo, si se tiene dinero!

Paul Auster nació en 1947, en New Jersey. En su biografía oficial se dice que a los quince años leyó “Crimen y castigo”, lo que le inclinó por la literatura. Afortunadamente. Peor hubiera sido que le hubiera inclinado por el crimen.

– Me fascina la literatura que se desarrolla en el mar – me dijo mi amigo Guillermo.

– Yo en las cosas marineras estoy pez – le argüí.

– ¿Y por qué titulas este muestrario de retales “La cantante porno? – me inquirió mi sensual amiga Lorena. No dije nada, pero pensé: justo por eso.

Original en elobrero.es

Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.