LA ASTUCIA DE MAS

No cabe duda, que en un primer examen, parece mucha, tal como ha sorprendido a propios y a extraños. El parsimonioso presidente del Gobierno se tomaba la noticia de la suspensión del 9-N con moderada satisfacción; en ERC pedían unas horas para meditar. Y mucho es lo que ha debido meditar en los últimos días Artur Mas para imaginar una solución que suspende la convocatoria  plebiscitaria ―ante la decisión del TC― pero se saca de la manga una propuesta para que se vote en la fecha prometida, pero ya de forma menos solemne, aunque con la posibilidad de que el Estado (el enemigo) no pueda recurrir. Todo apunta a que ha entretenido las pasadas jornadas de incertidumbre, entre otras cosas, en la ávida lectura de Maquiavelo. El autor de «El Príncipe» nos dice en el capítulo XVIII (Fidelidad del Príncipe a la palabra dada) de su afamada obra que «los príncipes que han hecho grandes cosas son los que menos han mantenido su palabra y con la astucia han sabido engañar a los hombres… El príncipe, por tanto, ni puede ni debe cumplir la palabra dada si eso le perjudica… Son tan simples los hombres y tan sumisos a la necesidad de cada momento, que quien engaña encuentra siempre alguien que se deja engañar».

Una y otra vez el máximo dirigente de la Generalitat catalana ha confesado públicamente que su actuación frente al Estado español sería guida por la «astucia». Y ese propósito nos ha deparado una propuesta de consulta en la que ―siguiendo con la coherencia de sorprender con el pie cambiado al Estado― se facilitan pocos datos y algo confusos: habrá cita el 9-N, pero no se firmará ningún decreto de convocatoria, para que no sea recurrido; no habrá censo electoral oficial, pero podrá votar cualquier ciudadano que se presente ante los espacios habilitados por las autoridades autonómicas para la consulta. Esto hace suponer que, ante la carencia de censo, se recurra a instrumentos tan en boga como WhatsApp o Twitter.  El maquiavélico Mas ha señalado también que se apoyará en marcos legales preexistentes, pero sin señalarlos de forma concreta para no dar pistas a Madrid y que el gobierno de MR pueda volver a recurrir. Ni el actual Estatut ni la Ley de Presidencia de la Generalitat contempla la convocatoria de consultas con carácter de referéndum de forma taxativa. Si lo hace la Ley aprobada por el Tripartito en 2008 y que está pendiente del fallo del Tribunal Constitucional, pero también podría ser recurrida, por lo que puede darse por descartada. Por otra parte, en cualquier alternativa «legal» que se invoque, los plazos mínimos para la cita del 9-N se han agotado.

Por mucha «astucia» que se prometa en este pulso, hay datos que proyectan una negra sombra de duda sobre la calidad democrática de lo que se propone, dejando a un lado las razones y derechos que se invocan: no habrá censo electoral ni imparcialidad institucional frente a lo que se consulta, puesto que la Generalitat y sus responsables se presentan como adalides de lo que se dirime. Son requisitos imprescindibles para validar la credibilidad de un acto político de esta naturaleza. En el supuesto de que la cita del 9-N se lleve a cabo como iniciativa de la sociedad civil catalana, siguiendo el impulso de los colectivos que propugnan la independencia, se podrá obtener un SÍ abrumador, pero sin ninguna credibilidad, aunque puede aportar un dato esclarecedor: sabremos de forma bastante aproximada la cantidad de ciudadanos de Cataluña que tienen clara la vía independentista.

Mas, en todo caso, ha dejado caer que lo bueno está por venir: las elecciones autonómicas con carácter plebiscitario y, en caso de triunfo de una coalición soberanista, la declaración unilateral de independencia. Sin embargo, las encuestan son claramente favorables a ERC, el entusiasta socio separatista, que no parece fácil que vaya a salvar la carrera política de Artur Mas, sin duras contra partidas. De tanta astucia maquiavélica, el President de la Generalitat parece haber olvidado la advertencia que el político florentino hace en el  final del capítulo III de su compendio de pragmática política: acaba en ruina quien es causa de que otro se haga fuerte. Pero al ritmo que van los acontecimientos, pronosticar sobre el futuro es como consultar nuestras peripecias personales a las videntes del tarot.