La admonición paterna o la interpretación que le puede salir rana
¿Sabemos siempre lo que transmite una pintura? ¿Percibimos su auténtico significado? ¿Nos es suficiente con nuestra interpretación o además necesitamos información? Richard Wollheim advierte que “la información que necesita un espectador ha de ser una información que afecte a lo que ve al mirar la pintura, pues es sólo a través de lo que se puede ver al mirar la pintura como resulta portadora de significado”. Un buen galimatías.
Con Goethe sí que tuvo gracia el asunto. En una novela suya, “Las afinidades colectivas”, hace uso del lienzo del pintor neerlandés -nombrado caballero por Felipe IV antes de que tuviese que salir por pies de España- Gerard ter Borch (1617.1681), “La admonición o instrucción paterna”, para desarrollar dentro del argumento de la historia el tema de un padre amonestando a su hija en presencia de su madre por una trastada sin importancia –simplificando un tanto la trama-, escena representada por un grupo de amigos.
Sin embargo, la verdad era otra, de la cual Goethe ni llegó a enterarse –se la metieron doblada con ayuda o sin ayuda-, ya que la joven de espaldas era una aprendiz de puta negociando la prestación en presencia de una vieja alcahueta. Se adivina que en las manos del cliente había una moneda, que enseñaba como pago de los servicios a realizar (a algunos les debió parecer una indecencia y ordenaron borrarla muchos años después, dándose cuenta de que era la misma de la que ellos hacían gala en todo momento). De todas formas, la hija ya era mayorcita y el padre un tenorio casi sin estrenar.
Así es como al fin y a la postre Wollheim llega más lejos al afirmar que “si no podemos ver lo que ha de verse sin que nos lo digan, entonces tampoco podremos verlo una vez que nos lo digan”. No obstante, yo mantengo las dudas por si acaso.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española Críticos de Arte (AICA/AECA)