Hopper no nos has abandonado porque la crisis nos la retrata indefinida

España nunca fue, ni en sus mejores décadas o épocas, una tierra de posibilidades sin límite. Si lo pensamos bien, comprobaremos que, por el contrario, es el fruto una historia entre mediocre y patética, entre desastrosa y megalómana. Sin embargo, a tal proceso le ha correspondido un arte nacional que alcanzó sus momentos más álgidos universalmente en el transcurso de estos milenios. Hito que no podemos interpretarlo como una envidiable compensación, ni mucho menos.

Actualmente, en plena y descarnada crisis, hay manifestaciones artísticas que se ajustan a esta coyuntura o se inclinan por quién sabe si es un punto final, todavía está por ver, pero quizás de tal situación nos queda una imagen muy fiel –desoladora meditación de una cruda realidad- en la obra inolvidable de Edward Hopper, que consideraba a su país, Estados Unidos, repugnantemente caótico. Su representación de la gente vulgar y corriente entre los años 20 y 60 del pasado siglo, refleja monotonía, soledad, ansiedad, pobreza, incluso tragedia, sobre un fondo urbano sombrío y decrépito.

Y ahora, cuando ya nos vuelven a hablar de mejoras, ilusiones, brotes verdes (sic) y de un futuro mejor, entre pandemias, desastres naturales, volcanes, inflación, hemos de recordarle a él y a su magnífico trabajo, negándose a hacer concesiones y plasmar unas esperanzas que resultan fatalmente engañosas y arteras.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)