Homenaje a los héroes de verdad
Toda la vida, probablemente fruto de lo que la cultura estadounidense nos ha trasladado a través de sus películas repletas de hazañas de militares, de espías, de policías, de bomberos, de miembros de los servicios de guardacostas o de rescate, etc., hemos creído que esas profesiones eran la cuna de los héroes.
Cada día dormimos tranquilos porque existe esta gente que, aunque no se noten en el día a día, siempre aparecen cuando las situaciones son extremas y se encargan de solucionar los problemas.
Yo pertenezco a una generación que creció leyendo “Hazañas Bélicas”, “El capitán Trueno”, “El Coyote”, “El guerrero del antifaz”, “Jabato” y tantos otros comics. En ellos se dibujaban a nuestros héroes, aquellos a los que todos soñábamos alguna vez con parecernos. También leíamos “Asterix y Obelix” que con un tinte distinto, más humorístico o sarcástico ahondaban en el mismo sentimiento. ¿Qué representaba Obelix sino la fuerza sobrehumana gala que aterrorizaba a los invasores romanos?.
En nuestra historia, forjada en mil batallas, aparecen numerosos personajes heroicos y uno, creo que sin lugar a dudas, con un mérito excepcional, nuestro Cid Campeador, que ganó su última batalla al moro después de muerto.
Pues bien, yo reconozco que vivía tan feliz anclado en estos pensamientos hasta que un acontecimiento del año 2017 cambió totalmente mi visión de los héroes. No se asusten, no fue para mal, fue para aumentar en uno el número de ellos, pero este es real, no de comic, no histórico, es como usted o como yo. Bueno, la verdad es que es como usted y como yo desearíamos ser.
Mi héroe y amigo, un buen día del año pasado, mantuvo una conversación conmigo para comunicarme que le habían detectado un cáncer, un linfoma. En aquel maldito momento no sabía qué decir, ni cómo consolarlo. Habíamos vivido tantas cosas juntos y me había ayudado tanto que me sentía abatido y sin encontrar un discurso con el que, al menos, poder serle de ayuda. Solamente acerté a pensar lo injusta que me parecía la vida y que no entendía como existía tanta mala gente que vivían longevamente y esto tenía que tocarle a mi colega.
Estando inmerso en mis pensamientos y sin poder verle a la cara se produjo una maravillosa transformación. Mi amigo, pasado el trago de contármelo, comenzó a hablar y a tomar decisiones. Se había transformado, delante de mis ojos, en un héroe. Sintió que allí comenzaba una guerra contra un “bicho” (así le llama) que le planteaba una batalla a muerte y de la que estaba dispuesto a salir victorioso. En ese momento pronunció una preciosa frase: “Este bicho no sabe lo que ha hecho al meterse en este cuerpo”.
A partir de aquí vinieron momentos duros en los que se repetiría el sufrimiento al tener que contárselo a los suyos. Fue todo poco a poco, como el había decidido. Primero su mujer, apoyo condicional y heroína en silencio que ha sabido sufrir sin que él notase ni la más mínima mueca de preocupación. Solamente derramó lágrimas el día de la noticia. Después sus hijos, que también asumieron que esto era una lucha de todos y que su parte sería apoyar a papá.
Conocedores todos de la noticia comenzó su calvario personal. Primero la intervención y después la duras y demoledoras sesiones de quimioterapia. Yo le conozco bien y sé que sus fuerzas iban flojeando a medida que todo esto avanzaba. Pero nunca tuvo una mala cara, un mal gesto y siempre animando a los suyos. Salía de la quimio tocado y hundido y de camino a casa se armaba de valor para que su mujer no se preocupase por nada. Cuando yo le llamaba siempre me decía lo mismo: “Estoy bien, el bicho no podrá conmigo”.
Mi héroe se levantaba todas las mañanas con sus dudas e incertidumbres y peleaba con ellas en silencio. Dudaba y lloraba en soledad para así no entristecer a nadie. Se lamía las heridas y viendo las fotos o vídeos de sus nietos encontraba la fuerza para continuar un día más con una sonrisa en la cara.
Después de pasar por tu calvario y de seguir sonriendo y animando a los demás, solamente puedo decirte que te admiro, que todos los que te queremos te admiramos y que nos has dado una lección inolvidable. Estamos orgullosos de ti y, aunque esperamos todavía el resultado de unas pruebas que seguro serán buenas, te has convertido en nuestro héroe, un héroe de carne y hueso como muchos otros que luchan contra esta enfermedad día a día, con todas sus fuerzas.
Porque héroe es el niño que está en un hospital luchando contra el cáncer y sonríe a sus papas para que no sufran. Porque héroe es aquel enfermo que sufre las sesiones de quimioterapia y saca fuerzas de flaqueza para continuar. Porque héroe es el enfermo al que le cae el pelo y se pone un pañuelo y sale a la calle orgulloso. Porque héroe es la madre que a pesar de luchar contra su enfermedad sigue anteponiendo a sus niños al dolor. Porque héroe es el que sufre durante años las consecuencias de esta dura enfermedad y continúa dándonos lecciones de vida. Porque héroe es el que tiene un cáncer y no se amilana y en vez de llorar su mala suerte pelea desde el primer día. Estos son los héroes de verdad, los que no salen en los libros pero que escriben páginas gloriosas todos los días.
A mi amigo y a todos los que sufrís esta enfermedad sólo puedo deciros que sois admirables, sois los San Jorges que venceréis al dragón que os ataca, sois soldados que ganáis mil batallas y sois un ejemplo a seguir. Cuanto me gustaría parecerme a vosotros aunque fuese un poquito.
Gracias por los ejemplos que nos dais a todos.