HILILLOS DE PLASTILINA

El 5 de diciembre del 2002, MR, el ministro todoterreno de Aznar, comparecía  ante los medios de comunicación para explicar la tragedia del «Prestige», uno de los desastres medioambientales de mayor magnitud registrados hasta ahora. Su jefe y el presidente de Galicia, Manuel Fraga, estaban en otras ocupaciones. La versión dada por MR ha pasado a la historia del disparate: lo que salía del pecio de un petrolero herrumbroso ─obligado de forma tan irresponsable como criminal a poner rumbo a alta mar, en vez de a un puerto de abrigo─ eran «hilillos de plastilina». Esos «hilillos de plastilina» procedían de una carga de 77.000 toneladas de fuel que asolaron la costa desde Finisterre al Golfo de Vizcaya con su viscoso chapapote. El asunto del «Prestige» se ha saldado con el chivo expiatorio del capitán del barco, obligado por las autoridades españolas a poner proa a mar abierta, a pesar de las advertencias de ruptura del caso y el consiguiente peligro de marea negra.

De nuevo, en una especie de retorno nietzscheano, otro «Prestige» vuelve a alterar la existencia de MR, aunque esta vez bajo el nombre de «Caso Bárcenas». Después de numerosas peticiones (incluidos medios extranjeros) y el amago contenido de una moción de censura por parte del PSOE, y asegurar ─vía ministro Margallo y en un alarde de comportamiento digno de las Cortes franquistas─ que daría explicaciones cuando lo creyera oportuno, el Presidente del Gobierno ha tenido que aceptar comparecer ante el Congreso de los Diputados para analizar la situación española y el asunto que tanto le incordia y del que no quiere pronunciar su nombre en vano.

No hace falta ser un consumado profeta para adelantar que las toneladas de corrupción que se almacenan en el pecio del «Caso Bárcenas» serán (otra vez) para MR una pura falsedad, «excepto algunas cosas». Es decir, simples «hilillos de plastilina» en forma de sobresueldos y demás bagatelas que unos desaprensivos se empeñan en utilizar para arruinar el prestigio de su partido y, de paso, hundir la reputación de España. Y esta maniobra se realiza justo cuando están mejorando los datos del paro (según las estadísticas), gracias a las medidas tomadas por su Gobierno, de manera especial por la denostada Reforma Laboral.

Pero Luís Bárcenas no es el viejo y resignado capitán Apostolos Mangouras, presentado por las autoridades españolas como un incompetente responsable del desastre del «Prestige», aunque organizaciones internacionales opinen todo lo contrario. Bárcenas no está dispuesto a hundirse solo y ha abierto casi todas las válvulas que dan salida a ese buque-tanque que contiene toneladas de casos de corrupción, ocultos hasta ahora por una trayectoria profesional impecable al frente de las finanzas de una formación política que hasta el último segundo, incluso después de estar imputado, ha defendido su honorabilidad, empezando por el Jefe del Ejecutivo.

Salvo que el innombrado Bárcenas se haya reservado una última descarga de chapapote de alta densidad y acidez, la mayoría absoluta del partido en el Gobierno hará que MR pueda hacer valer de nuevo su teoría de los «hilillos de plastilina», dado que el enjuague de la corrupción afecta a las costas particulares de la mayoría de los partidos políticos y otras instituciones, y se marchará tan campante con el cervantino «fuese y no hubo nada». Y así, la marea negra de corrupción desatada por el «Caso Bárcenas», con ser gravísima, servirá para disimular el brutal desmantelamiento de derechos laborales, Sanidad, Educación, Dependencia o Investigación que pueden dejar a este país con respecto a la UE en una relación parecida a la que mantenía Cuba con Estados Unidos, antes de llegar Castro: casino, mafia y prostitución.