HEPATITIS C: LETRA SIN MÚSICA

Es lo que falta en la sorprendente —por su amplitud— propuesta surgida del Plan estratégico para la Hepatitis C: la música de la necesaria dotación económica para llevar a buen puerto una oferta tan ambiciosa que ni los más exigentes se atrevían a esperar. De la posibilidad de ofrecer fármacos de última generación a unos 7.000 afectados, la propuesta plantea la eventualidad de hacer extensivo el tratamiento a unos 100.000 enfermos. En concreto se pasa de utilizar los antivirales solo para enfermos en situación grave o extrema, con cirrosis en riesgo de descomposición o en lista de espera para trasplante, a administrar los medicamentes de alta eficacia y elevado coste a enfermos en una fase leve. Ver para creer.

El cambio en la dirección del ministerio de Sanidad ha supuesto también un giro casi copernicano a la hora de enfocar el problema de la Hepatitis C: de una ministra que no reparaba en los automóviles deportivos de su pareja, se ha pasado a un político que ha detectado la entidad de un problema que de no buscarse alguna solución podría tener consecuencias nada deseables para los intereses de su partido.

Los afectados por la hepatitis C  están clasificados del 0 al 4 y a partir de nivel 2 se corre el riesgo de que la fibrosis de un paciente evolucione hacia una cirrosis con el paso del tiempo, que puede alargarse varios años. El nivel 3 es de pre-cirrosis y el 4 es el de cirrosis ante el que hay que actuar con la medicación adecuada o recurrir al trasplante, si las lesiones sufridas en el hígado son irreversibles y una amenaza cierta para la vida del enfermo. Pues bien, en un país con el nivel de riqueza de Suiza el tratamiento con antivirales se establece para los niveles 3 y 4. Para sorpresa de todos, la propuesta acordada por los expertos del Plan contra la Hepatitis C, bajo los auspicios del ministerio de Sanidad,  va  más allá y es mucho más ambiciosa, al proponer que se administre la medicación desde el nivel 2. Esto supondría una mayor eficacia, pues el tratamiento se administraría en una fase más precoz, evitándose las complicaciones seguras de todo enfermo en fase más avanzada de la infección.

Sin embargo, a estas ambiciosas y racionales propuestas les hacen falta el necesario soporte económico para su implementación efectiva. Y esta bella canción carece de la adecuada letra (económica) que han de poner las comunidades autónomas, al tener transferidas las competencias en materia de Sanidad y las que deben correr con los gastos correspondientes, pues del gobierno del Estado no ha salido ninguna propuesta que contemple partida presupuestaria alguna para abordar un gasto semejante, dado el elevado coste de los medicamentes eficaces. Aunque todavía falta un estudio riguroso, las primeras estimaciones sitúan el número de posibles receptores de antivirales de última generación en unos 100.000, si se aplica desde el nivel 2. Es más, las propuesta de los expertos del Plan sobre la Hepatitis C contempla la posibilidad de desarrollar un programa para detectar a tiempo los infectados en fase muy leve, sin síntomas indicativos de la infección. Este plan de detección incluiría a usuarios de drogas intravenosas, los que recibieron una transfusión de sangre antes de 1990 y otros grupos de riesgo, como los trasplantados de órganos que  no sean el hígado. Es, evidentemente, una propuesta ambiciosa y racional, destinada a combatir la enfermedad antes de que evolucione hasta niveles más graves y difíciles de combatir. Pero tiene una necesaria contrapartida económica nada fácil de asumir.

Los plazos dados por Sanidad para que los enfermos empiecen a recibir la medicación es de tres semanas. La realidad, hasta ahora, demuestra, que es un planteamiento que no va más allá de un buen propósito. Las comunidades autónomas están con sus presupuestos más que ajustados. La única fuerza que puede empujar a que de las buenas palabras se pase a los mejores hechos es que se aproxima la cita electoral de mayo y es de suponer que pocos aspirantes a repetir o a alcanzar el poder no muestren su disposición a atender un clamor social como es el de los enfermos de Hepatitis C. Bien venido sea que el interés de la clase política coincida con una de las necesidades fundamentales (la salud) de la ciudadanía.