¿HAY UNA REGENERACIÓN DEL ARTE PENDIENTE?

Ya es un epigrama escuchado muchas veces lo de la regeneración del arte y su imposibilidad ante la falta de una cierta renovación en paralelo de la sociedad. Es una palabrería sana y legitimada fundada en el a priori del comienzo inmediato de una transformación del mundo – ¿desde cuándo la estamos esperando? – y la necesidad del cambio de determinadas ideas.

Cuestión aparte y conexa al mismo tiempo es la de seguir generando unas condiciones permanentes para que el arte pueda seguir evolucionando y reformándose en su misma esencia, sin tener que recurrir a la obsesión de una estética “ex nihilo”. Campagnolo lo señala así, concretando que deben existir unos términos favorables a la eclosión de lo que llamamos arte, porque lo que interesa no es la actividad estética en sí, que es inimitable, sino la aparición de obras artísticas que tengan valor universal, aunque no podría ser de otro modo que teniendo un claro carácter intelectual.

Por tanto, no hay una regeneración mejor que la innovación –aprovechando hasta cierto punto el ámbito científico-, la aventura, la variedad, la espontaneidad, la experimentación, la intensidad, la conmoción y el significado inagotable. La sociedad, por supuesto, se encarga –ese es su papel- de modificar los focos de visión, el arte de los idearios de las formas, y el espectador de dedicar, entre trago y trago, rutina y aburrimiento, la fuerza intelectual –si lo desea- de su imaginación, incluso cuando lo vacuo o la nada domine y nos deje con la contemplación y la meditación a medias si carecemos de los ojos adecuados.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)