Guardiola President

Probada la capacidad de supervivencia del caballero Mas y vistas las inmensas tragaderas de la burguesía convergente, todo lo que uno pueda imaginarse es posible y viable en Cataluña. Liberado por sus electores de las penosas responsabilidades que implica la gobernabilidad del Principado, Mas puede dedicarse en cuerpo y alma a urdir telas de araña que le permitan mantenerse en el Palau de la Generalitat. Aquellos que se han dejado atrapar en la urdimbre tejida por el caudillo visionario, siempre podrán escudarse en la continuidad del proceso disparatado que encarna el primogénito de la familia secesionista. Todo sea por la independencia de Cataluña, aunque Mas tenga que descender al averno político y pactar con el diablo que planea derribar el edificio donde habita. En lugar de entregar el testigo a uno de los suyos y cerrar una etapa que no se debe prolongar en el tiempo, Mas prefiere continuar y convertirse en el guardián del calabozo ideado por los ultramontanos de la CUP.

En cualquier caso, por mucho que se exhiban en las balconadas del triunfo electoral, aquellos que se juntaron en la lista única del soberanismo no han conseguido la mayoría absoluta que pretendían. Todos ellos se han dejado muchos pelos en la gatera y ahora necesitan el apoyo de la extrema izquierda local. Consecuentemente, si sucumben a las exigencias asamblearias de sus presuntos salvadores, si entregan en una bandeja la cabeza del Mas, tendrán que encontrar un nuevo Macho Alfa que represente a todas las tribus embarcadas en el arca separatista. En esa supuesta operación, tan paradójica como singular, sin perder la sonrisa estúpida que les caracteriza, deberán apañar un programa común y complementar el proceso independentista con alguna de las reivindicaciones de sus posibles socios totalitarios.

Mas conseguirá entonces la cuadratura del círculo. En muy pocos años de testarudez estratégica habrá laminado la hegemonía electoral de Convergencia, habrá roto el acuerdo histórico que unía a los nacionalistas moderados con los democristianos catalanistas, habrá multiplicado las expectativas de Esquerra Republicana, habrá desprestigiado el  autogobierno de la Comunidad y habrá dividido a la ciudadanía en dos bandos contrapuestos. Como colofón a todo lo hecho, en los tiempos que corren y por si fuera poco, podría depositar el futuro de Cataluña en la cuenta de una fuerza anárquica, anti sistema, anti capitalista y anti europea. ¡Asombroso! Todo sea, ya digo, por la secesión de una parte de la nación más antigua de Europa.

A grandes males, grandes remedios, pensarán algunos de los muchos iluminados que pueblan el planeta independentista: busquemos una personalidad independiente, sin un partido político detrás de él, aceptado por todos, que pueda reunir los escaños que precisamos. Así las cosas, yo les propondría un nombre: Pep Guardiola. Les hablo de un hombre querido y admirado por los catalanes, sibilino y cauto, trabajador y responsable, listo y viajado, que orina colonia y respeta sus contrincantes, creador de un Barcelona imbatible y que puede hablar en su idioma con Obama, Camerón, Merkel y Hollande. Guardiola es la solución. ¡Guardiola President! Ustedes pueden opinar que la cuestión catalana no se corresponde con la humorada que acabo de proclamar, pero poco importan en estos momentos los apellidos del posible conseguidor. Mas y Junqueras seguirán manejando el cotarro, que nadie se engañe. Puestos a colocar un testaferro sin mando en plaza, Pep Guardiola vestiría perfectamente el muñeco.