GRAN HOTEL ABISMO
Se trata de un «espléndido edificio dotado de todo confort y pintorescamente situado al borde de la Nada y del Sinsentido» (G. Lukács. El asalto a la razón) , tal como ocurre al Congreso de los Diputados de España. Dos sesiones de investidura y la amenaza de unas terceras elecciones nos hablan de actos carentes de épica ―por más que alguno mantenga su postura inamovible como si defendiera el paso de las Termopilas― y que rozan la pura astracanada.
La presidenta del Congreso, una política muy bien valorada hasta ahora, parece haber alcanzado su nivel de incompetencia: ha marcado el calendario de investidura según el humor y conveniencia del aspirante Rajoy y ha aprobado una comparecencia en pleno del ministro de Economía para explicar el «caso Soria» y el Gobierno en funciones ha decidido pasarlo a comisión. La razón del cambio es de cajón: el ejecutivo en funciones no está obligado a responder ante el Congreso de los diputados. Todo un síntoma de salud democrática (diga lo que diga la letra de la Constitución).
Al parecer el paro, la creciente desprotección social, el contumaz incumplimiento del déficit, el desbocamiento de la deuda o el desafío soberanista de Cataluña son problemas menores que se pueden aparcar ―lo urgente puede esperar; lo muy urgente debe esperar. Escrivá de Balaguer dixit― pues ahora conviene dedicarse al juego favorito: las elecciones. Galicia y Euskadi arrojarán nuevos puntos de referencia para ver si el PNV se ve obligado al trueque y coloca a Rajoy en la raya de la mayoría necesaria o (lo que es más importante) los previsibles malos resultados del PSOE obligan a su secretario general a optar por la abstención y evitar las terceras elecciones.
El delenda est Sánchez hace tiempo que está lanzado, incluido desde su propio partido. Ante la opinión pública se trata de presentar al actual líder del PSOE como el obstáculo principal al bienestar de España, por su empecinamiento en oponerse a la candidatura de Mariano Rajoy, y por haber cosechado las dos derrotas más severas de su partido sin que renunciara por ello. Y, sobre todo, por aferrarse al cargo, con absoluto desprecio a los intereses y problemas de la sociedad española. Son varios los barones regionales socialistas que piden mayor flexibilidad a su jefe nominal, pero no lo plantean en los órganos de gobierno del POSE. La presidenta de Andalucía ―muy en su papel de perro del hortelano― clama por una pronta formación de gobierno, pero no pide de forma abierta que Pedro Sánchez proponga la abstención.
Por su parte, Pedro Sánchez se mueve entre el peregrinar de Diógenes buscando un hombre justo (para formar un gobierno de regeneración) o un mendicante que suplica por su subsistencia política. Difícil situación: nada menos que salvar la contradicción entre las decisiones personales y las consecuencias, siempre graves, de esas decisiones. Si se mantiene el NO, la tercera cita electoral será inevitable, a pesar de las infinitas manifestaciones de que no se debe llegar a ese punto; si se opta por la ABSTENCIÓN, sobre la cabeza del secretario general PSOE caerá la maldición de la izquierda morada, que verá llovida del cielo la oportunidad de desempeñar su papel favorito: ser la auténtica oposición, olvidando que tras el 20-D tuvieron en sus manos la posibilidad de desalojar al PP del gobierno del Estado. Y por último, pero no menor: muchas serán las manos de compañeros de partido que querrán empuñar la espada con la que completar el harakiri de Pedro Sánchez, si optara por facilitar el gobierno de Mariano Rajoy.
El desconcierto y la irresponsabilidad con la que actúa la clase política española recuerda, salvadas las distancias, a los dirigentes alemanes de la República de Weimar: «tiene uno la impresión de perderse en un matorral impenetrable de rumores, historias de pasillo, intrigas y maniobras. Contradicciones por todas partes, versiones distintas, subterfugios y mentiras propagandísticas» (H. M. Enzensberger: Hammerstein o el tesón)
Cierto que visto desde la lejanía, empecinarse en negar el salvoconducto a un necesario ejecutivo por unos cuantos votos parece un planteamiento excesivamente riguroso y poco razonable. Pero observando el asunto con un mínimo de cuidado puede verse que se trata de un dirigente de un partido en el que, como en un volcán, han reventado numerosos cráteres por la presión del magna de la corrupción, pero la mayor parte todavía queda dentro, por salir a la luz. Aunque los dirigentes del PP aseguren que solo su continuidad al frente del gobierno evitará el caos y colocar a España al borde del abismo, mirar para otro lado y tragarse un sapo de tales dimensiones no será un acto fácil de realizar