Ganivet y los lobos
Ganivet, el ángel que se arrojó a las frías aguas del río Dvina, pensador tupido y sobrado de razones históricas, es un escritor que nunca está de moda. Buen momento, pues, para leerlo. Idearium español es un libro deslumbrante y delirante. Para abrir boca Ganivet hace un apunte sobre el dogma de la Inmaculada Concepción de María y su influencia en el alma de la católica España. A partir de ese comienzo nada sorprende, muchas cosas aturden y otras fascinan por la lucidez extravagante (perdonen el oxímoron) del escritor.
Suicida joven, atormentado de españolidad, al estilo de Larra, ambas figuras presentan notables diferencias en su visión sobre el hecho nacional. El romántico Larra es un intelectual que bebe en vaso ilustrado, reniega de una España antigua y absolutista y defiende con toda la pasión de su pluma un país equiparable a los usos democráticos de otras naciones europeas. Ganivet es una suerte de Unamuno acalorado, que come en vajilla tradicionalista y entiende la política como mesianismo histórico; cree que España es un país atornillado a su geografía y al mandato de la Providencia. Desdeña los progresos materiales, desde el ferrocarril al teléfono, y apuesta por un quijotismo ideológico que, para él, significa la prevalencia del ideal sobre el realismo. La guerra, estima el granadino, está en la piel histórica de las naciones: de la sangría del campo de batalla emergerá un espíritu vital más robusto.
Rescato este párrafo: “Siendo yo niño leí el relato horripilante de un suceso ocurrido en uno de esos países cercanos al Polo Norte, a un hombre que viajaba en trineo con cinco hijos suyos. El malaventurado viajero fue acometido por una manada de hambrientos lobos, que cada vez les aturdían más con sus aullidos y les estrechaban más de cerca, hasta abalanzarse sobre los caballos que tiraban del trineo; en tan desesperada situación, tuvo una idea terrible: cogió a uno de sus hijos, el menor, y lo arrojó en medio de los lobos; y mientras éstos, furiosos, excitados, se disputaban la presa, él prosiguió velozmente su camino y pudo llegar a donde le dieran amparo y refugio. España debe hacer como aquel padre salvaje y amantísimo; que por algo es patria de Guzmán el Bueno, que dejó degollar a su hijo ante los muros de Tarifa. Algunas almas sentimentales dirán de fijo que el recurso es demasiado brutal, pero, en presencia de la ruina espiritual de España, hay que ponerse una piedra en el sitio donde está el corazón, y hay que arrojar aunque sea un millón de españoles a los lobos, sino queremos arrojarnos todos a los puercos”. Ganivet, inflamado de amor patrio y de fecundas ocurrencias no se asusta de sus propias palabras, que dan miedo sobre todo por lo que tienen de presagio. El escritor asegura en el Idearium que de los cuatro puntos cardinales a que está abierta España, hay uno, el norte, donde nada tiene que hacer. Según él, la idea de Europa es completamente ajena al espíritu hispano.
Más Ganivet: “Siempre que un español de buena estirpe coge la pluma, o el pincel, u otro instrumento de trabajo artístico, se puede pensar, sin temor de equivocarse, que aquel hombre está igualmente dispuesto para crear una obra maestra o para dar vida a algún estupendo mamarracho”. ¡Qué magnífico autorretrato! Y un postrer Ganivet: “Hace algún tiempo escribí yo que Goya era un genio ignorante. (…) asimismo, creo que Velázquez, que no es solamente un genio, que es el más grande genio pictórico conocido hasta el día, era tan ignorante como Goya. (…) No se piense que el rasgo señalado es privativo de Velázquez o de Goya; es constante y es universal en nuestro arte, porque brota espontáneo de nuestro amor a la independencia. Por eso en España no hay términos medios”. ¡Ay, España! Me parece que fue Cioran quien escribió que no había un solo país en Europa tan preocupado por su entraña como éste. Si leen a Ganivet se irritarán, pero no se aburrirán. El granadino, alma de cántaro del árabe español, es un prosista de fuste y un alucinado. No es fácil encontrar tanto en un escritor tan olvidado.
Original elobrero.es
JUAN ANTONIO TIRADO
Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.