España secuestrada. Fernando González

Ese contable pajarero, reconvertido en un reyezuelo de sus compañeros huéspedes del Estado, ha secuestrado a este país nuestro y lo ha encerrado con él en una celda de Soto del Real. Sólo Rajoy puede liberar a España de ese cautiverio innecesario y acabar con una tensión que se prolonga ya excesivamente. Todos respiramos el ambiente pesado y agobiante que precede a la tormenta y de nada nos valen ya las explicaciones amañadas del Presidente y las dosis de anestesia que reparten los dirigentes del Partido Popular. Habrá ciudadanos convencidos de que todo lo dicho por Bárcenas son patrañas rencorosas, pero a la mayoría nos intranquiliza que un personaje calificado ahora de delincuente, por el que Rajoy y los suyos pusieron la mano en el fuego, sea capaz de chantajear al Presidente del Gobierno de España. Resulta escalofriante. Nadie pretende que Rajoy baile al son que le toca su antiguo tesorero, pero todos le pedimos que cierre de inmediato la crisis y resuelva las dudas que flotan en el aire. Tenemos demasiados problemas pendientes para desempeñarnos con un mandatario en entredicho y vivir pendientes de las maniobras y confidencias de un preso, aun más si estas últimas se van convirtiendo en acusaciones formales en sede judicial.

Rajoy, como buen gallego que es, piensa en el tiempo como un aliado capaz de cambiar el paisaje y en las meigas como madrinas protectoras, pero de nada le valdrá la mitología celta si continua esquivando las preguntas,  corriendo por los pasillos, ocultándose en la Moncloa y saltándose olímpicamente la soberanía popular representada en el Congreso. Expuesto a la multitud como un Cristo herido, la opinión pública puede terminar por creerse al Barrabás enjaulado por la Judicatura. No es la primera vez que tal cosa ocurre, ni será la última.

Rajoy no debe esperar a que la oposición le atice en la cabeza con la dignidad de todo un pueblo burlado, a que se le presente una moción que ponga en evidencia el juego del escondite en el que mantiene embarcado a toda la ciudadanía, por el contrario  Rajoy debe subir a la tribuna y explicarse con claridad meridiana. No debería dejar un cabo suelto ni una sospecha sin despejar. Rajoy está obligado a comprometerse con la verdad y desmontar la opacidad financiera que se adueñó de los destinos económicos de  la calle Génova.

No se trataría, en este caso, de responder a las llamadas interesadas de Bárcenas, algo que no quiere Rajoy, hablamos de satisfacer una demanda clamorosa de la sociedad española.  Si no hay nada que ocultar, dígalo señor Presidente, y si lo hay, búsquese un mirlo blanco limpio de compromisos con el pasado y propóngase a tal persona como sustituto. Nadie le discute al Partido Popular su mayoría absoluta, pero aquí no se vota directamente al Presidente, se apoyan programas de gobierno y listas cerradas de partido. Rajoy tiene la última palabra y guarda en su bolsillo las llaves de calabozo donde Bárcenas mantiene secuestrada a España.