España pintada cabeza abajo

Si tuviéramos que acudir a un artista para que nos mostrase una realidad como la que hay hoy en España, sería, entre otros, el neoexpresionista alemán Baselitz (1938), cuyos cuadros en posición invertida le dieron una fulgurante notoriedad. Sus personajes cabeza abajo son seres humanos forzados y acabados, modelos en los que nos contemplamos de tanto rompernos la crisma contra una situación que hasta plásticamente es lo más similar a una tienda de campaña bajo palio.  

Aunque el autor ha manifestado que las figuras, al estar colocadas al revés, pierden su significado como tal y se transforman en un elemento ornamental cualquiera, lo cierto es que la rabia está ahí, actuando en ese gesto brusco y violento del pincel, en esa rúbrica dramática y angustiosa.

La coloración es, en sus fuertes y salvajes contrastes, la que da hondura a una significación que comulga con la esencia de la crueldad y la provocación, sin que con ello quede marginado ese sentimiento de impotencia y frustración. Incluso podríamos decir que lo cromático es lo que nos proporciona una razón de existir más allá de la herida que se ha olvidado de cicatrizar.   

Y ya que nos hemos aventurado por barajar esta inhóspita y deshabitada hipótesis, no tendría nada malo que la apreciación de esta señal pictórica nos encaminase desde el pasado hasta el futuro pasando por el presente. ¿Vemos, entonces, en esa obra un sentido de la vida que se nos va en tantos de los vericuetos adversos y letales de ahora? ¿Dónde vamos a llegar con la cabeza hacia abajo? ¿Hasta al abismo? Sería una pena, allí no hay pintura ni ganas de mirarla.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)