EL SADOMASOQUISMO DE LA IZQUIERDA
No parece necesario recurrir a Sade, a Krafft-Ebing, Sacher-Masoch o Freud para colegir que las fuerzas políticas de izquierda españolas sufren de sadomasoquismo incurable y una capacidad de autodestrucción difícil de superar. El PSOE e IU aparecen embarcadas en un proceso que, salvo rectificaciones profundas, puede llevarles a la desaparición o la irrelevancia.
Casi no ha logrado acomodarse al respaldo de su asiento y Pedro Sánchez, flamante secretario general del PSOE, ya ha visto y sufrido los primeros movimientos para sustituirlo. El muñidor de esta emboscada, el inefable José Bono, lo ha negado todo con una sonrisa tan creíble como la de un traidor de cine. Cierto que el nuevo responsable del PSOE no tiene más bagaje que su juventud y buena imagen, atributos que cotizan mucho en el mercado de la imagen, pero que se devalúan a la velocidad de la luz. No obstante, va de suyo un margen de confianza antes de ser apuñalado ―políticamente, se entiende― por unos «barones» que creen que las bases del partido se equivocaron en la elección para hacer olvidar al vilipendiado ZP. Con el nuevo pacto contra el terrorismo, PS quiere presentarse con la vitola de estadista, aunque ya se escuchan voces indicando que es el prólogo de lo que vendrá: la gran coalición PP-PSOE.
En IU, que no hace mucho parecía que remontaba algo en las encuestas, el proceso de renovación ha aflorado a nuevos dirigentes (Alberto Garzón y Tania Sánchez) que lo que pretenden es la liquidación de la «vieja guardia» y las manos libres para formar coaliciones, nuevas plataformas o, simplemente, integrarse, con armas y equipajes, en opciones con mayor potencial de cara a las próximas citas electorales.
La unanimidad sin fisuras es el camino más corto para la artrosis ideológica y la sublimación de la democracia interna. Pero la disidencia y la gresca constantes conducen al navajeo y al desprestigio irreparable. Si, además, le sumamos la podredumbre de los casos de corrupción, habrá que admitir que los sepultureros vocacionales tienen motivos para restregarse las manos de satisfacción.
PODEMOS, la hábil aglutinadora de toda la indignación creada por la nefasta política dictada desde Bruselas y asumida con ovejuna resignación por el actual Ejecutivo y su predecesor, ha lanzado una OPA hostil sobre lo que queda del PSOE, dando por supuesto que de IU subsisten unos polvos fáciles de aspirar. Del denostado bipartidismo, se ha pasado a confesar públicamente que el combate vuelve a ser entre dos, aunque ahora uno de los contrincantes ha sido sustituido, por incomparecencia del anterior.
Hemos pasado de la política analógica a la digital y PODEMOS y su líder PI 3.0 nos anuncian que lo de «derecha» e «izquierda» es una antigualla de trileros. Solo queda la «casta» y el resto de los ciudadanos, la inmensa mayoría, los indignados y afectados por una inmisericorde política de recortes, diseñada para salvar los privilegios de unos pocos a costa de la penuria del resto de ciudadanos. Aquí el «programa» es la «denuncia»; la evidencia de que todo aquel que quiera mirar a su alrededor puede ver un testimonio tan doloroso como evidente y que tiene su ejemplo innegable en unas cifras del paro sencillamente obscenas; las propuestas, cambiantes a lo largo de un corto espacio de tiempo. Debe ser la levedad y ligereza del contexto en que nos movemos. No obstante, los críticos de PODEMOS han calificado a los miembros de esta formación en más de una ocasión de extremistas de izquierda o marxistas peligrosos. Lo de «marxistas» tal vez sea por Groucho Marx: «Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros».
La virtualidad del mundo digitalizado, con su inmensa capacidad de adicción, no puede ocultar el menguante mileurismo, la pobreza energética y la desigualdad. Es más, las redes sociales sirven de altavoces multiplicadores para la denuncia ante la sociedad tecnocrática que se deja por el camino a todos aquellos que no tienen acceso a las nuevas tecnologías o no tienen la preparación adecuada. Pero a pesar de un nuevo contexto, con apetencias y anhelos muy distintos del pasado reciente, de nuevo las diferencias económicas, como tantas veces denunciara el autor de El capital,se muestran como razón principal para explicar el sinsentido de la actual situación, con independencia de lo que digan PI 3.0, Tsipras, Agamenón o su porquero. La crisis actual debe generar―aunque sea utópico― un movimiento de convergencia entre las fuerzas de «izquierda», defensoras de los principales pilares del Estado de Bienestar, pues el enfrentamiento interno solo servirá para mantener a los que han diseñado/ejecutado el expolio de estos últimos años.