EL REPARTO DEL DOLOR

Por si había alguna duda, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón (ARG), ha levantado el velo de Maya con el que el ejecutivo de MR trataba de cubrir el rictus de sus verdaderas intenciones: «Gobernar es repartir dolor». Esta meridiana aseveración nos recuerda otra de ETA que en «los años de plomo» sostenía que había que «socializar el dolor». La «socialización del dolor» practicada por la banda terrorista produjo centenares de muertos y familias destrozadas; el «reparto» que ha desarrollado en su escaso año de vigencia el actual Ejecutivo ha provocado la muerte civil de miles de trabajadores, con el añadido de un porvenir tan incierto como desazonador. Algunos especialistas aventuran que no se podrá recuperar el nivel de antes de la crisis hasta que no se llegue, aproximadamente, al 2030. Ante vaticinios de este porte habrá que decir, como el Tenorio, «Cuán largo me lo fiais».

De sobra es conocido el dicho de que «quien parte y reparte se queda con la mejor parte» (o se la cede a sus amigos). En este reparto del dolor el Gobierno de MR ha decidido utilizar el hacha de sílex, en lugar de la cirugía no invasiva. No es necesario enumerar la lista de «hachazos», pero está claro que los nichos de negocio ―desde las cajas de ahorro a las televisiones autonómicas― van a pasar a manos privadas para compensar, al menos en parte, el hundimiento del obsceno tinglado que se levantó con el empuje de la construcción. Y todo ello con un «ajuste» de empleo que más se parece a un ajuste de cuentas empresario-trabajador, contradiciendo, hasta en la última letra, las promesas electorales que muchos ciudadanos, por rechazo a la gestión de ZP o por simple credulidad, decidieron admitir como planteamientos dignos de crédito.

No obstante, en esto del reparto ARG que, como el Dr.Jekyll, ha acabado por mostrar el reaccionario que llevaba dentro, no solo anuncia sufrimiento: con la poco disimulada privatización de la Justicia, va a colocar el Registro Civil y sus correspondientes actuaciones en manos de los Registradores de la Propiedad ―cuerpo al que MR pertenece en una bien remunerada excedencia― con el reparto anual de unos mil millones de euros para los 600 registradores que aproximadamente hay en España. Y el acceso a la Justicia, con el incremento brutal de tasas, pasa a ser un privilegio para los económicamente dotados o una gracia que se concede a los pobres de solemnidad.

Vamos, a velocidad de vértigo, hacia la ruptura del pacto social, sostén del capitalismo renano que desembocó en el Estado de Bienestar. De esta forma, la síntesis entre Razón y Realidad que predicaba Hegel como justificación del Estado y su autoridad, hace aguas. En crisis anteriores, como las provocadas por la introducción de la máquina de vapor para dinamizar diversas ramas de la industria, los obreros arremetían contra este nuevo elemento del progreso, que eliminaba sus puestos de trabajo. Ahora, frente a esta crisis sistémica, provocada por un capitalismo financiero sin freno, en Europa, al menos, se insiste en el «reparto del dolor». En buena lógica, al superarse la capacidad para asimilar «sufrimiento», habrá convulsiones sociales. Sin embargo, una buena parte de la sociedad está alienada por ese nuevo elemento de progreso que es la informática (que también elimina puestos de trabajo) y sus diversos artilugios. Bien pudiera ser que el límite de resistencia social se alcanzara cuando miles de individuos no puedan disfrutar de las prestaciones de una «tablet» y salgan a la calle dispuestos a exigir, cueste lo que cueste, que ese derecho es para ellos tan importante como la Sanidad o la Enseñanza y no están dispuestos a perderlo, caiga quien caiga.