El realismo soy yo, aunque me tildasen de subversivo. Menudos imbéciles
Vale que me desdeñen por ser combativo, material, ambicioso, narcisista, mujeriego, inconformista y fatuo por estar imbuido de una misión revolucionaria. Incluso me tachen de subversivo. Pero no han tenido más remedio que claudicar y reconocer que fui el pintor de mi tiempo. Ni siquiera la posteridad podrá pasar de mí, ignorarme o despreciarme, ya que al final fui el artífice de un principio y espíritu esencial llamado realismo.
¿Quién pintó, entre otros, El entierro de Orleans, El estudio del artista, El sueño, El origen del mundo? Yo, Courbet, el ateo, el obsceno, el materialista y grosero, el republicano y antiliberal. Y ¿quién aúna la rotundidad con la sensualidad, lo empírico con lo táctil? Por tanto, mi pintura es la única verdadera y yo soy el primero y único pintor del siglo, los demás son estudiantes o bobos…. Me río de todos y de cada uno de ellos, y no me molestan las opiniones en contra más que el agua que corre por debajo del Pont Neuf. Sobre todo, hago lo que debo hacer, aunque se me acuse de vanidoso y ser el hombre más orgulloso sobre la faz de la tierra.
¿Qué es lo que ocurrió entonces? Que por haberme adherido a la Comuna de 1871 – ¿alguien no lo hubiera hecho? – tuve que exiliarme y morir en Suiza, quedando además a deber una multa de más trescientos millones de francos por haberme acusado y condenado injustamente por el derribo y destrucción de la columna Vendôme.
En conclusión, amante del desnudo, del paisaje, de una humanidad olvidada, la historia me hizo cierta justicia, si bien sigo siendo muy discutido y todavía hoy hay quien no me traga ni artística ni humanamente.
Gregorio Vigil-Escalera
Miembro de las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AECA y AMCA)