El juego del pimpampum Fernando González
Los contrincantes del PSOE piensan que los socialistas tendrán en sus manos la llave de la futura gobernabilidad de España, pero todos ellos disparan sus pelotas de feria contra Pedro Sánchez y los suyos. Contra más tocado y tambaleante lo dejen, más entregado quedará el socio que necesitan para organizar un gobierno estable. Hay que debilitar al toro lanceándole en el morrillo y picándole con banderillas negras, así será mucho más sencillo torearle en el ruedo nacional que piensan montar. No quieren un PSOE que se ofrezca como alternativa viable de poder, pretenden que se transforme en una bisagra multiusos que abra o cierre cualquier tipo de puerta. Si alguno de los partidos enfrentados debe sacrificarse por el bien común de los españoles, todas las fuerzas implicadas en el proceso electoral señalan al PSOE.
Según los promotores del enredo nacional que padecemos, constituida la nueva legislatura, el PSOE tendría que limitarse a transportar hasta la Moncloa los enseres del presidente que ellos designen. Para eso quedaría el partido más veterano de nuestra historia contemporánea, el primero que difundió los ideales socialistas en España, el primero que sentó un diputado de izquierdas en el Congreso, la formación que presidió gobiernos populares en la Segunda República, la organización que sobrevivió a la dictadura de Franco y volvió del exilio para apoyar la Constitución del Consenso e impulsar después la modernización progresista de España.
Ahí radica el error que los socialistas vienen repitiendo a lo largo de los últimos años: dejarse arrebatar el espacio de centro izquierda que siempre ocuparon. En las pasadas campañas electorales, maniatados por los equívocos que caracterizaron la recta final de la etapa zapaterista, no han sido capaces de revindicar los logros indiscutibles de la socialdemocracia española. Gracias a la gestión, valiente y eficaz, de los sucesivos gabinetes del PSOE se universalizaron la sanidad y la educación pública, se integró a España en la Comunidad Europea y en la OTAN, se equipararon nuestras infraestructuras con las que ya existían en los países más avanzados de Europa, superándoles incluso en parcelas tan importantes como las redes viarias, aeroportuarias y ferroviarias. Con el mismo convencimiento sanearon la industria y la economía, incorporaron a la normalidad democrática a nuestras Fuerzas Armadas y a nuestros Cuerpos de Seguridad, derrotaron a ETA y descentralizaron radicalmente el Estado.
A todo ello habría que sumar, sin duda, los avances impulsados por los socialistas en el terreno social: el divorcio rápido, la despenalización del aborto, la igualdad de la mujer con el hombre, la legalización de las parejas de hecho y los matrimonios gais, la libertad religiosa, la lucha contra la violencia de género y la ley de la dependencia. Acomplejados en su rincón, protegiéndose de los golpes que reciben a diestra y siniestra, no saltan al centro del cuadrilátero para recuperar lo que era suyo. Disponen de un arsenal de argumentos formidables, pero no acaban por utilizarlo. Se han convertido en el pimpampum de la política nacional.